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PSA, un motor de gran valor vigués

Es curioso que las grandes efemérides de nuestra metrópoli casi siempre se lograron tras los acuerdos entre las administraciones e instituciones, invariablemente desiguales y confrontadas, y el crítico estímulo social. La coordinación de estos poderes fue la clave para instalar la mayor factoría de automoción atlántica en el Vigo naval de hace sesenta años. Los reclamos de captación fueron la situación del Puerto de Vigo, la potencial operatividad de una naciente Zona Franca, la conexión con el puerto de Nantes y el firme empeño de un puñado de personajes vigueses. Después del primer vehículo 2CV (1956), el tiempo introdujo otros modelos en las líneas de fabricación de la nueva factoría que contribuyeron a dar un enorme salto productivo. La fabricación de automóviles es en la actualidad un pilar básico para la economía gallega.

Citroën-Hispania abrió sus puertas poco antes de la ebullición de los conflictos políticos y sociales en el área metropolitana. Vigo era un torturado símbolo de aquella larga crisis económica que culminó en las huelgas generales del 72, en los estertores del franquismo. A pesar de la fuerza tractora de los emblemáticos astilleros vigueses, Citroën ya era la mayor concentración obrera de Galicia que se situaba en el centro del huracán social. Pero a diferencia de lo ocurrido en Detroit, corazón automovilístico mundial y ciudad sepultada bajo los escombros de otra crisis, la claridad de miras de la automoción en Vigo logró hacer confluir la nueva industria de la movilidad con las tecnologías más vanguardistas. La corona productiva ya aglutina a más de cien compañías proveedoras, algunas con plataformas de innovación vinculadas a la Universidade de Vigo, nuestro gran símbolo científico del renacimiento industrial. La gran actividad tecnológica y laboral especializada convierte a Vigo en la ciudad del automóvil, y a la extensa área metropolitana y Norte de Portugal como soporte de su campo de trabajo. Y hablando de movilidad: esos miles de trabajadores periféricos no pueden utilizar el raquítico transporte interurbano, otra razón más para estructurar cuanto antes la moderna red del transporte metropolitano.

Es posible que si el audaz empresario André Citroën viviera en la actualidad, no dudaría en convencer al Grupo PSA que dirige el ilustrado Carlos Tavares en aceptar la denominación de un modelo Citroën-Vigo, en honor y recuerdo a la ciudad europea con gran producción de vehículos de esta marca. Me comentaba un experto de Citroën-París que encontrar el nombre de una marca de coches tiene una técnica compleja y el nombre de los modelos no es caprichosa. Aprovechando parte de un comentario del periódico Le Monde, la denominación de un modelo Citroën-Vigo sería como una poción mágica del personaje céltico Asterix: una fuente de poder y obsesión por colocar el nombre a uno de los modelos fabricados en la ciudad de Vigo.

*Publicista

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