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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Cuidado con dejar a Rajoy sin veraneo

Decidido a jugar la carta definitiva para el triunfo de su causa, el independentista Carles Puigdemont se propone dejar sin vacaciones y sin Tour de Francia a su colega (y ahora enemigo) Mariano Rajoy. Esto sí que es una declaración de guerra.

Con astucia casi diabólica, el jefe de la Generalitat de Cataluña ha ordenado a sus parlamentarios que estén disponibles y prestos a la movilización -como los reclutas- durante el verano, por si hiciera falta declarar la independencia o lo que sea menester. De esta manera le chafa las vacaciones al Gobierno español, que ya ha anunciado su propósito de estar al loro y vigilante por si hay que llamar al juez de guardia.

La maniobra no puede ser más sutil. Trastocarle los hábitos a un hombre de rutinas como el que ejerce ya casi por costumbre la presidencia del Gobierno es más de lo que puede aguantar un político de la acreditada paciencia del gallego. Hasta ahí podíamos llegar.

Una cosa es amenazar con un referéndum o una proclamación de soberanía para el mes de octubre y otra bien distinta privar de su descanso estival a Rajoy. Con las cosas de comer y las de veranear no se juega. Ahí reside la sutileza del movimiento de maestro del ajedrez que acaba de hacer Puigdemont.

A Rajoy se le veía feliz durante los diez meses en los que ejerció como interino desde finales del 2015 al otoño de 2016. Es natural. Tenía una agenda descansada y podía organizar sus paseos por Ribadumia sin temor a sobresaltos, en la confianza de que la economía seguiría funcionando con la misma eficacia, o aun mayor, que si su gobierno dispusiera de plenos poderes.

La técnica gubernamental de Rajoy consiste básicamente en huir de los apremios. Así lo hizo cuando, al poco de asumir el poder a finales de 2011, la oposición, los expertos y hasta la Unión Europea le urgían a pedir el rescate financiero de una España que estaba al borde de la quiebra.

Pese al nerviosismo ambiental, el presidente decidió meter a fondo la tijera en el gasto y esperar, fumándose un puro, a que la medicina de caballo aplicada a los trabajadores españoles surtiese su efecto. Pasada la tormenta, los mismos expertos en economía que le empujaban a pedir árnica acabaron felicitando al presidente español por su decisión de no hacerles el menor caso.

Algo parecido -si no idéntico- está haciendo ahora con las reclamaciones, cada vez más exigentes, del Gobierno de Cataluña apoyado por Pep Guardiola y el cantautor Lluís Llach. A las demandas de independencia les ha aplicado la misma filosofía que a las anteriores de rescate financiero, es decir: no hacer cosa alguna. Por decirlo en la impenetrable jerga de Rajoy: "A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión: y eso también es una decisión".

No contaba, eso sí, con las astucias de Puigdemont, que tal vez le haya encontrado al presidente su flanco débil. Conocedor de la afición de Rajoy a los deportes -y en particular, al ciclismo-, el líder independentista catalán ha fijado un calendario que inevitablemente dejará a Rajoy sin vacaciones. Basta la amenaza de convocar un referéndum en julio o en agosto para estropearle a uno las tardes de galbana viendo el Tour en la tele.

Esta sí que es una provocación en toda regla, y no la de una independencia más bien utópica en estos tiempos. Habrá que ver hasta dónde llega la flema de Rajoy.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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