Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los inventos

A estas horas, y a medida que se van conociendo los datos y las cifras reales -en gran parte contra los deseos del poder establecido- de algunas de las iniciativas que otros gobiernos crearon y los demás no quisieron o no pudieron eliminar, hay que reconocer que con balances como esos, lo extraño es que este antiguo Reino no haya dado en quiebra años atrás. Porque los déficits no solo responden a áreas creadas para lograr lo contrario, sino para dinamizar con éxito la economía y algunos sectores especialmente sensibles a cómo vaya el intento.

No hace demasiado se conocieron e interpretaron, en clave crítica, las cifras y balances del Igape. Que nada menos significa Instituto Galego de Promoción Económica, se fundó hace bastante, se mantuvo por todos los gobiernos y no sólo no cumplió con su nomenclatura. Sino que hubo momentos en los que la relación nominal de firmas avaladas, concesionarias de créditos e incluso de reclamaciones por impago parecía un listín telefónico. Y aunque es cierto que la alusión puede parecer exagerada, no lo es demasiado, sobre todo si se considera lo que se esperaba de ese instituto y lo que ha dado de sí.

Ahora, poco después de aquello, han salido a la luz otras cifras que estremecen. Se trata de la Xestur, una agencia de la Xunta que nació para gestionar la creación, desarrollo y potenciación de suelo industrial en Galicia, una conditio sine qua non puede llevarse a cabo con éxito siquiera mediano una serie de proyectos básicos para industrializar el país. Desde su dirección se ha advertido, por ejemplo, que abaratar aún más la política de precios puede llevar a un riesgo grave para sus cuentas. O, dicho de otra manera. A una amenaza de colapso.

El asunto tiene aún peor pinta -las cifras señalan un aumento de ventas de suelo en dos años de 28 millones, pero la entidad debe más de 120- porque la Xunta acaba de anunciar un plan para competir con el norte de Portugal para captar empresas, y eso supone un abaratamiento aún mayor, lo que ha provocado la alarma de Xestur. Y si el invento no funciona para lo que debería, que es atraer inversión, sino que la desanima, habrá que tomar medidas. Sobre todo si se piensa que aquí los déficits se afrontan con fondos públicos, es decir, dinero de todos.

Así las cosas, no queda otro remedio que advertir que la situación, sumada a la de otros institutos públicos ya citados y unos cuantos más que se podrían añadir, da más motivos para plantearse su existencia, al menos con los formatos actuales. O su cierre. Porque si de lo que se trata es de apagar incendios financieros a un coste mayor de lo que vale lo incendiado, es que los administradores deberían dedicarse a otra cosa o, simplemente, entregar el invento a manos más eficaces. Porque, de seguir así, nadie sabe cómo terminará el baile.

¿Eh?

Compartir el artículo

stats