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Ceferino de Blas.

Difícil convivencia

Antonio Giráldez, el gran historiador del Vigo moderno, ha enviado por la red a los amigos una joya gráfica. Es una imagen que los adolescentes y jóvenes de ahora necesitan que les expliquen, porque escenas rurales así ya no se ven ni en la aldea. Marca la intersección entre un tiempo que desaparece y la modernidad. Sus componentes son tres carros de tiro por animales y un tranvía.

Para contemplarla sitúense en la calle de Elduayen y fíjense en la curva que separa la Puerta del Sol del Paseo de Alfonso. Esta es la escena: dos carros tirados por bueyes y otro por un equino avanzan por el centro de la calzada. Detrás un tranvía circula en dirección a las Traviesas.

Antonio Giráldez, que tan bien conoce la historia tranviaria viguesa, a la que ha dedicado sendos estudios, escribe este comentario: "La difícil convivencia de carros y tranvías en la curva de Elduayen".

La foto, que ha sido transformada en postal, data de los años veinte. Llama la atención porque es la década en la que Vigo consuma el matrimonio con la modernidad. Vive el vanguardismo, con marcada influencia del Ultraismo, en el que militaba Jorge Luís Borges, que consideraba a Vigo tan atractivo para escribir en sus dos periódicos, FARO y "El Pueblo Gallego". El genial Federico Ribas entusiasma a los vigueses modernos con las alegres viñetas de descocadas señoritas y jóvenes snobs. Y se produce el boom del deporte, con la fundación del Celta y del Club Náutico. Es el Vigo de la modernidad. Pero por una calle tan céntrica como la de Elduayen carros de bueyes y caballos transitan sobre los raíles del tranvía e interrumpen su avance.

No habrá muchas ciudades a las que hayan dedicado tantas postales como a Vigo. Sin duda por su prestancia, pero también por ser el principal puerto de emigración de España, que invitaba a los pasajeros a enviar un recuerdo de despedida. Por eso centenares de postales antiguas perpetúan un pasado que ya no existe.

Muchas están en manos de coleccionistas, como el colega Juan Herrera, último director de "El Pueblo Gallego", que hace años publicó un libro gráfico con una selección. Otras andan dispersas en tiendas de anticuarios y librerías de viejo u obran en poder de particulares, heredadas de quienes las recibieron. Son un bien cultural "público" que habría que recuperar para la ciudad.

La foto sugiere otros simbolismos más allá de la percepción al pie de la letra de lo que describe: los carros que interrumpen la circulación del tranvía.

Si se extrapola la imagen, se puede interpretar como la dificultad de conciliar lo antiguo y lo moderno, que tantas veces, lamentablemente, va en detrimento del pasado. Se destruye para que no frene el futuro.

Esa es la causa del expolio de una parte de la arquitectura de época de la ciudad -la recuerdan las postales-, en los años del desarrollismo.

Nadie añora el retorno de los carros a las calles o escenas como la "esfolla" en el patio de un pazo, el famoso cuadro de Francisco Pradilla que Cunqueiro y Álvarez Blázquez eligieron como portada del libro "Vigo en su historia", que revive la tradición agraria de la gran urbe marinera.

Son costumbres antiguas de gran valor simbólico. Hacen que la gente sea consciente de dónde viene y que no haya rupturas irremisibles entre el presente y los tiempos vividos.

Quizá Japón sea el mejor ejemplo de convivencia, de sincretismo entre comportamientos culturales. Es un país capaz de conciliar las tradiciones más arraigadas con el colmo de la contemporaneidad, las invenciones y usos de la nueva era con costumbres seculares. Y los nipones lo viven con naturalidad.

El origen de las dificultades de convivencia radica en el choque generacional del que se derivan los problemas. Por fortuna algunos pueden corregirse. Si la generación de los sesenta fue tan transigente que permitió el feísmo y dejó destruir obras del patrimonio, la actual es más sensible y regeneradora.

Un ejemplo es la rehabilitación del casco antiguo, que tiene el doble efecto de recuperar la belleza del urbanismo de otras épocas y ensamblarlo en la urbe contemporánea.

El resultado es la nueva fotografía de Vigo en la que se perciba el paso del tiempo por los diferentes estilos arquitectónicos de cada tiempo. Una ciudad más bella, armónica y habitable.

El respeto a la historia es la garantía de que el presente de Vigo enfila el buen camino.

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