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Fracasa con May la reedición de Thatcher

La infinita torpeza de Theresa May abona cambios significativos en la política interior y exterior del Reino Unido y, fundamentalmente, en la negociación del Brexit. Si el Partido Conservador no fuerza su dimisión, tendrá que bregar con la pérdida de la mayoría absoluta y el crecimiento parlamentario de los partidos Laborista y Liberal. Sobre todo, el reagrupamiento de los estados europeos bajo la bandera de una unidad que hacía aguas, y la más severa respuesta a la dureza cacareada por May desde su enciclopédica ignorancia en temas y problemas de la economía. Esta señora, que cuando se miraba al espejo veía a Margaret Thatcher, se ha descalabrado por precipitar unas elecciones generales que ratificasen su legitimidad -no electiva- reforzando la mayoría heredada de Cameron y vaciando un poco más al Labour Party.

Por fortuna, todo le ha salido al revés. Ni ella reina en Westminster ni el problemático liderazgo del socialdemócrata Corbyn se ha hundido. El próximo día 19 empieza a correr el plazo de dos años para el desenganche efectivo del R.U. Si no hay cambios, rechazará Bruselas la dilación de un proceso reglado por sus normas constituyentes. Londres deberá replanteárselo todo desde la debilidad, y más aún si el sucesor de una May desplazada de grado o por fuerza es alguien como Boris Johnson. Si a ello se añade el deseado "empeachment" de Donald Trump y el previsible cambio de la política europea de EE.UU., parece claro que el cuadro del Brexit ha fundido a negro.

La impotencia en la prevención del terrorismo yihadista por unas fuerzas de seguridad que Theresa May había diezmado en su etapa de ministra con Cameron, la premiosidad inaceptable en la identificación de las víctimas -palmaria en el caso del heroico español Ignacio Echeverría- y la amenaza de sustituir esa precariedad por un recorte de los derechos humanos que alarmó seriamente a todos los demócratas del mundo, completan el penoso diagnóstico de incapacidad de la primera ministra, "habitante de otra galaxia" en palabras de Juncker tras su primer encuentro en Londres. Los británicos no lo merecen, sea cual sea su postura ante la Unión Europea.

El trastazo de May es un atisbo de sensatez en la irracionalidad de un mundo virado al revés. Y, dicho sea de paso, la pérdida de escaños del nacionalismo escocés, que ve alejarse sine die su segundo referéndum, es un aviso a los navegantes de otras secesiones.

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