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Juan Gaitán

El miedo

Es imposible comparar a un terrorista con un soldado. El objetivo del soldado es el control del enemigo. El terrorista solo pretende que se sepa que fue él

Me da miedo tener miedo. Me asusta pensar que un día estaré tan asustado que si alguien tira un petardo en una plaza, porque se está de fiesta y siempre hay algún idiota en todas las fiestas, saldré en desbandada y sin mirar que pisoteo niños, enfermos, venerables ancianos. Me aterroriza la idea de que llegue un mañana en que tema viajar a las ciudades que amo por si alguien decide cometer en ellas un atentado. Hay verdades que están muy vistas, pero siguen siendo verdades y no queda más remedio que repetirlas: cuando lleguemos a ese estado habrán vencido.

Y habrán vencido aunque esto no sea una guerra. Y no es una guerra porque aquí no hay soldados, nada más hay asesinos. Es imposible comparar a un terrorista con un soldado. El objetivo del soldado es el control del enemigo, su neutralización. El del terrorista no. El objetivo del terrorista es que la muerte del "enemigo" ocurra necesariamente por su mano y que, además, se sepa. Así, si cuando el soldado se dispone a disparar ve caer a su enemigo por cualquier causa (un infarto fulminante, pongamos por caso) no le importará, pues a fin de cuentas el propósito se habrá cumplido. Sin embargo, si al terrorista le sucede lo mismo se verá frustrado porque ya no podrá computar esa muerte como propia, ya no podrá decir "ese muerto es mío, contabilícenlo en mi haber", y sentirá que ha fracasado. Lo que quiere el terrorista finalmente no es que su víctima muera, sino poder decir que él la ha matado. Y llenarnos así de miedo.

Se produce aquí un efecto muy perverso, quizás poco estudiado. Es evidente que si un terrorista mata a alguien es noticia, pero, precisamente, el terrorista mata para "ser noticia", no tiene otro objetivo más alto. De hecho, en estos atentados indiscriminados que están asolando Europa, en muchas ocasiones mueren personas que, potencialmente, comparten con los asesinos las mismas creencias religiosas, gente que, según su absurdo código, no debería morir. Pero esa eventualidad no le importa al terrorista, porque su intención no es producir víctimas, sino producir noticia, y con la noticia el terror.

Por eso tengo miedo a tener miedo, porque no quiero ser la víctima que persiguen estos canallas. Yo pisaré las calles nuevamente, como en aquella canción de Pablo Milanés, y si la muerte me pilla en la Grand Place de Bruselas, en el Covent Garden londinense o en un puente de París, mirando embelesado el Sena, será que la muerte y yo teníamos una cita, como en aquel cuento persa. Pero será sin miedo y habré ganado yo.

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