El pasado fin de semana se dieron varios acontecimientos que hubieran llamado la atención de Elias Canetti, el conocido escritor de origen búlgaro que tanto, y tan agudamente, estudió los comportamientos de las masas. Dos de ellos tuvieron lugar con ocasión del partido de fútbol en el que el Real Madrid y la Juventus de Turín disputaron el campeonato de Europa de clubes. Y el tercero por causa de un nuevo ataque terrorista en Londres. De haber vivido, Canetti quizás hubiera clasificado el primer acontecimiento (animación desde la grada de dos aficiones enfrentadas) como de doble masa o masas en guerra. Y el segundo (la desbandada de los aficionados que seguían el partido por televisión desde Turín ante la supuesta amenaza de una bomba) como de masas en fuga. Precisamente, el mismo comportamiento que se dio en Londres ante la certeza de un ataque homicida.

El suceso trágico de Turín quizás debiera haber puesto algo de sordina a las estrepitosas celebraciones festivas por el éxito deportivo del Real Madrid, o al menos algún recuerdo piadoso para las víctimas, pero poca gente se acordó de eso ni siquiera las dignísimas autoridades que rindieron honores a los héroes de Cardiff. La presidente de la comunidad autónoma madrileña, señora Cifuentes, se embutió en una camiseta blanca como si fuera un hincha radical. Y la alcaldesa de la capital del Reino, señora Carmena, insistió en regalar a los futbolistas unas monedas de chocolate como si se tratase de unos niños merecedores de premio.

No obstante, el desbordamiento del sentimiento partidario alcanzó su máxima expresión con las manifestaciones del Rey emérito, don Juan Carlos de Borbón, y del presidente del Gobierno de España, don Mariano Rajoy. Los dos comparecieron en Cardiff y los dos celebraron por todo lo alto el triunfo de lo que, al parecer, es el club de sus amores. El Rey emérito bajó a los vestuarios para abrazar al capitán del equipo blanco, Sergio Ramos, y de milagro no acabó mojado en la ducha que es lo que le suele ocurrir a los que visitan de traje de chaqueta y corbata ese tipo de recintos en días de extrema euforia. Y el señor Rajoy, tan poco aficionado a comparecer ante la prensa para explicar importantes asuntos de Estado, se permitió el atrevimiento, antes del comienzo del partido, de dibujar la táctica más conveniente para conquistar el campeonato. "Creo -dijo- que la clave la puede tener Marcelo subiendo al ataque desde la izquierda. Aunque luego ya se verá porque la Juventus ha reforzado esa banda y no lo va a tener tan fácil".

Todos sabíamos de las simpatías futbolísticas de tan principales personajes, y no hay nada reprochable en no ocultarlas, pero un cierto sentido de la contención debería serles exigido dado su papel institucional. Todo lo relacionado con el fútbol, al margen del propio juego, es objeto de desmesura. Le he oído decir a un locutor de radio que anuncia un producto vigorizante para el decaimiento sexual que el actual Real Madrid es con diferencia el mejor equipo del mundo y aún de la historia, superior incluso al de la época de Di Stefano. El juicio es hiperbólico y disparatado. Más o menos como el efecto práctico del remedio que alaba con tanto énfasis.