Siete votos, 7.640 millones de euros. El apoyo más caro de la historia. Eso suman, tirando a la baja, las concesiones que Rajoy va a realizar al País Vasco y a Canarias en los próximos años por el necesario respaldo de los cinco diputados del PNV y los dos de las islas que ha permitido sacar adelante el Presupuesto en el Congreso. Unas cuentas que ya de mano incluyen 4.200 millones para Cataluña, cantidad muy superior a la de anteriores ejercicios, con los que el PP empieza a contrarrestar el auge del independentismo. Con su aprobación, Rajoy se garantiza la estabilidad para media legislatura. Como contrapartida, el peso de Galicia en el reparto queda mermado, diluido en las negociaciones de un Gobierno en minoría con Ciudadanos y nacionalistas vascos y canarios. La política, por definición, es pacto, y no hay otra forma de ejercerla que negociando y cediendo. Siempre, claro, que los acuerdos no pongan en riesgo la cohesión y la igualdad. Porque con esta forma de operar en todas partes, España acabaría quebrada.

Entendía Winston Churchill la democracia como la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás. En estos tiempos atolondrados, irresponsables e intransigentes, pocos lo comparten. Cada partido asume como pilares fundamentales el fingimiento, el electoralismo barato y la intolerancia, para dar satisfacción únicamente a su banda. Un camino peligroso que a la larga los conduce hacia la inutilidad y la inoperancia porque solo sus cuitas internas adquieren relevancia, y en resolverlas dilapidan la energía.

Una parte esencial de la vida pública pasa por constituir gobiernos con normalidad, aprobar presupuestos sin chantajes y legislar acertadamente para beneficiar al ciudadano. Los partidos grandes, ni lo recuerdan. Los acercamientos abrasan. Prefieren confrontar por confrontar. Y la nueva política consiste, principalmente, en eso tan viejo de que al enemigo, ni agua hasta matarlo de sed. Los más cucos de la Cámara sacan tajada de los prejuicios ideológicos tontos.

La subasta para aprobar los Presupuestos de este año trae, aumentados, los vicios de siempre. Los nacionalistas rentabilizan como nunca su minoría decisiva: más privilegios fiscales arrancados por el PNV y millones para las Islas Afortunadas, por un voto de Coalición Canaria y otro de Nueva Canarias. Tanto que el disputado voto del único diputado de esta última fuerza, Pedro Quevedo, el que hacía los 176 que el PP necesitaba para garantizar que los Presupuestos Generales saliesen adelante en el Congreso, tuvo un precio extra de 204 millones para la islas hasta final de año.

Las comunidades de régimen foral, como la vasca, recaudan todos los impuestos, los estatales y los autonómicos, y luego devuelven una parte, el cupo, por los servicios no transferidos que el Gobierno central les presta. El mal no reside en gozar de un sistema tributario especial, sino en convertir el cupo en un cachondeo, como unánimemente señalan los expertos. La oscura fórmula para calcularlo tiene magia. Primero el lendakari señala cuánto está dispuesto a aflojar. Después los técnicos de las dos partes cuadran las multiplicaciones para encajar la cifra. Como la base esencial del proceso consiste en el chalaneo, el objetivo es desembolsar cada vez menos.

En privado hasta los vascos reconocen que el cupo supone un auténtico chollo. Cuando fue implantado en la Transición, uno de los negociantes aseveró: "Vamos a poder comprar las porras a los ertzainas en Loewe". Euskadi debe reintegrar al erario español 2.500 millones de euros, como mínimo, cada año, según las estimaciones de los economistas. Este, tras la rebaja, va a entregar 956 millones. Si los vascos ya disponían de una financiación escandalosa de 4.000 euros por habitante -el resto la mitad- ahora despegan a cotas estratosféricas.

Uno de los hombres decisivos fue Aitor Esteban, diputado del PNV. A Esteban, un pragmático, lo conoce toda España por aquel simpático verso que le dedicó al presidente: "Si bien me quieres, Mariano, da menos leña y más grano". A lo que Rajoy replicó: "Si quieres grano, Aitor, te dejo mi tractor". Premonitorio. En la escaramuza presupuestaria obtuvo con grano y tractor una cosecha aplastante, y esto tiene poco de broma.

A ningún grupo parlamentario le inquieta el panorama. Pero no hay nación que resista gastando lo que no tiene e invirtiéndolo, además, de manera injusta e insolidaria para agraciar a las regiones pudientes y hundir a las desfavorecidas.

¿Qué sacó Galicia de los Presupuestos? Visto el precio pagado por el apoyo del diputado 176, más bien poco. Su voto ha conseguido para Canarias más que el de los 23 diputados gallegos en el Congreso. Por lo pronto, Galicia suma otro incumplimiento ferroviario sobre el plazo real para acabar el AVE -ahora finales de 2019, un año más tarde de la última fecha prevista-, que se dice que se blinda pero se le asigna menos dinero para rematarlo. Aunque al menos, eso sí, el desbloqueo presupuestario permite seguir adelante con la ejecución de las obras.

Todo mientras en el País Vasco celebran la lluvia de millones conseguida con su pacto: 3.380 millones para culminar la "Y" de alta velocidad, además de premiar al puerto de Bilbao con una salida ferroviaria exclusiva a Europa mientras el de Vigo y la esquina noroeste siguen esperando por su ansiado corredor. Porque aunque Galicia se mantenga como la segunda comunidad en términos de inversión por habitante, las cuentas -por debajo de los 1.000 millones- son las más austeras de los últimos trece años. Cicateras, por tanto, para las muchas carencias que llevamos arrastrando. Ese es el verdadero problema.