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Joaquín Rábago.

Trump hace trampa con su proteccionismo

Las críticas a la globalización que ayudaron a Donald Trump a ganar la Casa Blanca eran tramposas porque se debían a un interés puramente egoísta.

Lo que quería Trump era cerrar el mercado nacional a los productos extranjeros, pero al mismo tiempo abrir otros mercados a las exportaciones norteamericanas.

Según el economista y profesor de Harvard Dani Rodrik (1), "no se ayuda a los trabajadores con ese tipo de proteccionismo". Para Rodrik, el debate sobre el proteccionismo se ha planteado de modo falso, pues no se discute "si necesitamos más o menos libre comercio".

La globalización trae beneficios para algunos mientras perjudica a otros: por ejemplo, los obreros estadounidenses pueden gastar menos en el supermercado porque hay productos baratos "made in China".

Al mismo tiempo, sin embargo, muchos trabajadores corren el riesgo de perder su empleo precisamente porque muchas cosas que eran antes de fabricación nacional se producen hoy en Asia.

Pero la competencia se da también dentro de cada país: la diferencia, sin embargo, es que en este caso, las empresas compiten por lo general en condiciones de igualdad.

Y si preocupa más la competencia internacional es porque si se externaliza la producción a Vietnam o Bangladesh es porque allí los trabajadores tienen muchos menos derechos sociolaborales, "lo cual se percibe con razón como injusto", dice Rodrik.

"Desde el momento en que aceptemos que hay distintos tipos de comercio internacional, podremos decidir si se trata de competencia normal o de dumping social".

El problema, argumenta Rodrik, es que en política comercial las prioridades no son siempre las que tendrían que ser.

De ahí que muchos tengan la impresión de que sus intereses son para los políticos solo "una nota a pie de página".

Lo importante sería acordar a nivel internacional el momento y la forma de combatir el dumping social, para lo que es preciso establecer una serie de normas básicas.

Se podría, por ejemplo, dice Rodrik, renegociar el régimen de protección existente en la Organización Mundial del Comercio.

Lo que no se puede es seguir como hasta ahora porque eso no hace más que alimentar los falsos populismos.

"Hacen falta nuevas reglas como las que prohíben ya, por ejemplo, a China exportar juguetes tóxicos (?) Hay que poder rechazar en la aduana productos fabricados en condiciones inhumanas".

"No podemos seguir jugando al viejo juego según el cual lo único que preocupa a los gobiernos es abrir mercados".

"Creo -dice Rodrik- que los jaleadores del libre comercio hacen un daño enorme cuando afirman que es como montar en bicicleta: que hay que seguir pedaleando porque si no uno se cae. Esa comparación no es válida".

(1) Semanario "Die Zeit". No. 20.

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