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De vuelta y media

Los bambanes

Remigio Hevia inició en 1941 el parque infantil de Las Palmeras y terminó su instalación en 1950 tras su vuelta a la alcaldía

El parque infantil de Las Palmeras fue el primero en su género que tanto disfrutó Pontevedra y pronto resultó familiarmente conocido por "Los Bambanes". Durante casi tres décadas, entre los años 50 y 80, allí pasaron momentos inolvidables unas cuantas generaciones.

No hay un solo niño pontevedrés de aquel tiempo que no tenga un buen recuerdo de aquella zona de ocio y esparcimiento. Ni tan siquiera aquellos chavales accidentados que marcharon de Las Palmeras entre lloros y gritos camino de la Casa de Socorro de la Cruz Roja para una intervención de urgencia por un brazo roto o una brecha en la cabeza.

Todo el mundo guarda mil y una vivencias que contar de aquel entrañable recinto, a cada cual más divertida, entrañable o gamberra. Sin embargo, prácticamente nadie conoce la peculiar intrahistoria del montaje y la configuración de aquel parque infantil.

A la iniciativa política de Remigio Hevia Marinas y al buen gusto de Emilio Quiroga Losada debemos "Los Bambanes". El alcalde impulsó el parque infantil después de la Guerra Civil; luego todavía necesitó de otro mandato casi diez años después para terminar su instalación. En una y otra época allí estuvo el arquitecto municipal para perfilar su diseño y convertirlo en realidad. Sin duda, aquel recinto encantador se convirtió en una obra cumbre por su oportunidad, sencillez y gusto.

El 31 de julio de 1941 la corporación municipal tomó el acuerdo unánime de dejar en manos del arquitecto municipal el diseño original de un parque infantil en Las Palmeras, con un presupuesto máximo de 15.000 pesetas. Así empezó todo.

Seis columpios, cuatro balancines y un tobogán fueron sus primeras instalaciones, que Quiroga ubicó al lado izquierdo de Las Palmeras, frente al edificio del Gobierno Militar. Para dotar al entorno de un equipamiento básico, el Ayuntamiento también encargó a Ángel García Arosa catorce bancos de forma ondulada y madera de eucalipto por valor de 4.355 pesetas. El popular "Angelito" se hizo con la adjudicación porque ofreció un precio más bajo que sus competidores Victoriano Rodríguez (4.365) y Benito Castro (4.923).

Hevia abandonó el Ayuntamiento en 1942 con su obra inconclusa y luego regresó a la alcaldía en 1948. Un año después acometió la configuración definitiva de "Los Bambanes". La Comisión Informativa de Policía Urbana presentó el 20 julio 1949 ante la Permanente Municipal una moción que respaldó en su totalidad el bosquejo encargado al arquitecto Quiroga.

En síntesis, el proyecto aprovechó los columpios ya existentes, que instaló ahora sobre una plataforma elevada medio metro de altura sobre el suelo de Las Palmeras. Además de darle una gracia especial, aquel montículo de tierra rematado en piedra evitaba el acercamiento de los niños más pequeños a la zona de operaciones de balanceos, giros y piruetas.

También incluyó un vallado a base de barrotillo de madera pintada de una altura de 1,20 metros, que aportó carácter propio a todo el conjunto. Igualmente configuró dos palomares junto a un estanque irregular, que muy pronto mostrará su nueva cara tras su anunciada recuperación.

Como el presupuesto del proyecto se disparó un poco y se fijó en 37.534,44 pesetas, una suma bastante respetable, la Comisión Permanente respaldó la propuesta de Quiroga, pero dejó la última palabra al Pleno Municipal. Felizmente la actuación recibió todas las bendiciones nueve días más tarde por acuerdo unánime.

La finalización del parque infantil se adjudicó en subasta pública el 8 de septiembre de 1949 a Ramón Diz García, único licitador presentado, que asumió su ejecución por 37.000 pesetas. Nueve meses después, estaba prácticamente listo después de introducirse sobre la marcha una mejora sustancial en el proyecto de partida.

El Ayuntamiento focalizó su inauguración el domingo 4 de junio de 1950 en el estanque de los patos, su novedad más destacada. Y el estreno de los columpios se retrasó hasta el 25 de Julio, festividad de Santiago Apóstol, una fecha muy señalada en el calendario oficial.

La acogida general resultó sencillamente apoteósica: niños y mayores se volcaron aquel verano en Las Palmeras. Falange Española y de las JONS trasladó una cálida felicitación al Ayuntamiento por su afortunada iniciativa. Y el Círculo Mercantil solicitó sin éxito la construcción de otro parque infantil de características semejantes en el Campo de la Feria (hoy Plaza de Barcelos).

Un reconocimiento tan unánime y sincero llenó de orgullo al tándem Hevia-Quiroga, al tiempo que espoleó su deseo de mejorar el recinto con nuevas incorporaciones.

El 30 de marzo de 1951, la corporación encargó al arquitecto un proyecto de pista de patinaje al otro lado del paseo central de Las Palmeras, junto a la pétrea estatua de Valle Inclán. Luego la retirada del monolito se dilató en el tiempo; la pista de patinaje se frenó y más tarde cayó en el olvidó, cuando empezó a tomar cuerpo otro espacio singular conocido popularmente como "Las Pajareras", un zoo avícola que hizo época.

Al año siguiente se compraron seis nuevos columpios, seguramente los balancines de sube y baja, alguno de los cuales se retiró después por su enorme peligrosidad. El Ayuntamiento pagó 400 pesetas por cada uno a la empresa pontevedresa Soliño y Abreu, todavía instalada en una parte del Gran Garaje.

Cuando pasaron diez años, en abril de 1963 llegó un doble arco de tamaño grande, una paralela doble y un laberinto, así como una batería de nueve columpios y otro balancín con dos barquitas. Su instalación fue acogida de nuevo con gran alborozo entre una población infantil que no conoció su primera época.

Sin descuidar un solo detalle para un adecuado cuidado de su pequeña joya de la corona, la corporación municipal contrató en 1952 a José Castro Piñeiro como primer vigilante del parque infantil por 90,99 pesetas semanales. Así comenzó a generarse la leyenda de "Patoso" primero y después "Matagusanos", los motes populares de los guardas que impusieron su ley en aquel territorio comanche para la pléyade infantil.

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