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El retorno de Pedro, el destronado

Sánchez se ha impuesto porque ha sintonizado más con el PSOE y porque Susana Díaz no tenía discurso

Han pasado ocho meses de vía crucis socialista pero el miércoles el destronado Pedro Sánchez volvió a su despacho de Ferraz. Dos preguntas. ¿El retorno era obligado? ¿Será positivo para el PSOE y para España?

La respuesta a la primera pregunta es que sí. Ha sido casi obligado teniendo en cuenta dos factores. Uno, la tenacidad y capacidad de pedalear cuesta arriba que ha demostrado el líder derrocado. Dos, la ausencia de una candidatura contraria con discurso. En la gestora ha habido dos personas que han cumplido. Javier Fernández, que esbozó un discurso de fondo diciendo algo que Sánchez deberá tener en cuenta, que la prioridad del PSOE debe ser defender un estado del bienestar viable, que es el patrimonio de los que no tienen patrimonio. Y Antonio Hernando, que ha ejercido con profesionalidad un ingrato papel. Pero la candidata contraria ha sido incapaz de articular una política alternativa. Fotografiarse con los barones cascarrabias y con las viejas glorias -algunas muy respetables- y repetir machaconamente que "el PSOE es mucho PSOE" no basta en la España de 2017.

Y, batalla personal aparte, sobre el tema de fondo de no vetar la investidura de Rajoy había razones a favor y en contra. Lo que nunca se debió hacer es imponer la abstención a costa de partir el partido por la mitad, desilusionar a muchos electores progresistas -radicales o moderados-, dar argumentos a Podemos cuando habla del PP-PSOE como el sistema, y menos todavía a través de lo que el ocurrente Borrell calificó de "golpe de Estado de un sargento chusquero". Es más, admitiendo que aquel "golpe" hubiera sido necesario -que es mucho admitir-, luego era urgente cerrar heridas, no tirar sal sobre ellas. La investidura de Rajoy quedaba asegurada con el voto en contra de todo el PSOE y la abstención -solo para evitar terceras elecciones- de unos pocos diputados. Se prefirió el golpe de timón y no pacificar. Y Sánchez ha demostrado -lo decían todas las encuestas- sintonizar más con el sentir de la militancia. Y aunque la gestora ha hecho cosas responsables para que España no quedara paralizada -como aprobar el techo de gasto a cambio de un aumento del salario mínimo del 8%-, los sucesivos escándalos del PP de Madrid, con la entrada en prisión del poderoso Ignacio González, expresidente de la Comunidad, no podían sino favorecer al líder que dijo no al PP.

Y en la derecha española faltan toneladas de "finezza" porque, caso contrario, habrían tenido que saber que las baratas intoxicaciones de los "media" de derechas contra Sánchez, al que se calificaba de peligroso izquierdista y de ser una veleta, solo podían favorecerle.

Sánchez ha vuelto. Segunda pregunta: ¿Será positivo para el PSOE y para España? El camino no está escrito, "se hace al andar". En principio es bueno, para el PSOE y la estabilidad del sistema, que el líder de la oposición sintonice con los deseos de su electorado. Y Sánchez no es un "izquierdista". Intentó gobernar con un programa pactado con Rivera y Garicano. Y fracasó porque el PP, Podemos y los independentistas se pusieron de acuerdo -y votaron- que preferían a Rajoy. O que exigían la luna y -como diría Felipe González- dos huevos fritos más.

Cierto que en el PSOE hay tentaciones de una política económica alternativa. Pero la socialdemocracia europea no es Syriza. Además Tsipras -tras perder un tiempo precioso gesticulando- está haciendo la misma política que Rajoy. La recomendada por Bruselas. Y Pedro Sánchez no ignora lo de Macron en Francia. O lo de Alemania. Todo político informado sabe que en el euro -y ni Tsipras quiso salir- el margen -por suerte- no es muy amplio.

Otra cosa es la estabilidad. Desde las elecciones del 2015 solo hay dos presidentes posibles: Rajoy y Sánchez. Todo lo otro es paisaje. Rajoy cree que tiene derecho a gobernar porque es el primer partido (aunque no tiene mayoría) y que le avala la marcha de la economía. Y ha ganado. Sánchez no hará de pirómano -por ejemplo, respecto a Cataluña- pero no le va a facilitar las cosas. Cree que Rajoy está incapacitado por los macroescándalos de corrupción y que ha tensionado y encanallado muchos conflictos políticos.

Y puede creer -como Rajoy contra Zapatero cuando el proceso de paz, el Estatut y la austeridad del 2010- que su única prioridad es acabar con el contrario. Se equivocaría, como Rajoy antes, pero parece que es una constante cainita de la política española. A quien a hierro mata, a hierro le intentan liquidar.

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