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Matías Vallés.

El mejor James Bond

Roger Moore no era un actor memorable, ni siquiera mejorable. Y sin embargo, superó a todos sus rivales en la interpretación de James Bond. Empezó más tarde que sus competidores a encarnar a 007, y el multiculturalismo me permite afirmar que siento su muerte con mayor intensidad que la desaparición de David Bowie.

Gracias al cine, las novelas de Ian Fleming han adquirido un rango académico, y pueden recomendarse junto a los versos de T.S. Eliot. Sin embargo, no conviene canonizar al espía de poderes inigualables. Nadie ha de convencerme de que Sean Connery, Daniel Craig o incluso Pierce Brosnan adelantan a Moore en el apartado de las dotes dramáticas. Sin embargo, ninguno de ellos puede igualar al recién fallecido en la interpretación del inglés inmutable o "unflappable".

Por otra parte, deberíamos ponernos de acuerdo sobre los rasgos definitorios de Bond, en su vaivén entre cine y literatura. Dispongo para ello de las confesiones que me hizo Guy Hamilton, artífice de la actualización cinematográfica del superagente en cuanto director para la gran pantalla de "Goldfinger", "Diamantes para la eternidad", "Vive y deja morir" y "El hombre de la pistola de oro". Es decir, guió desde detrás de la cámara el tránsito de Connery a Moore.

Hamilton vivió y murió en Mallorca, donde se entregó al golf y renunció al cine porque "no quiero alejarme 18 meses de mi vida en la isla, para pasarlos en California preparando y rodando una película". En los tiempos en que el primer James Bond ya había sido consagrado por la crítica, el director que lo lanzó al estrellato matizaba que "Sean Connery no era un buen actor cuando empezó, pero ahora mejora en cada película que interpreta".

En honor de Hamilton, todavía mostraba mayor dureza hacia los personajes femeninos que configuran la leyenda del espía. "Algunas actrices que fueron chicas Bond no merecen ser llamadas actrices". Sobre todo, el director del cuarteto de películas que estructuran al personaje señalaba: "Me di cuenta de que al héroe le faltaba humor, y que corría el riesgo -todavía lo corre- de convertirse en Superman".

Formulado hace un cuarto de siglo, era un juicio premonitorio, porque Hamilton aprovechó la complicidad de Moore y porque Daniel Craig ha interpretado un cruce de Bond con Jason Bourne. El espía se halla sumido en una angustia existencial porque está dejando el alcohol, el tabaco y el sexo. Solo el gigantesco Idris Elba puede arrancarlo de su marasmo.

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