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La necesidad de un líder

El PSOE sigue sin abordar la reflexión en común que precisa sobre su difícil situación

Por más que en las sociedades avanzadas los individuos tiendan a organizar libremente sus vidas, sobre todo gracias a su capacidad de aprendizaje, el liderazgo es importante para cualquier grupo u organización. Así se deduce con claridad de la experiencia social y de innumerables estudios científicos realizados. Un partido político sin líder es como un pollo sin cabeza. De acuerdo con Joseph Nye, profesor de Harvard que ha dedicado su carrera a ejercer y analizar el liderazgo, líder es alguien que ayuda a un grupo a establecer y a lograr unos objetivos comunes. El liderazgo cumple la función de poner orden, reforzar la identidad y la cohesión del grupo, y movilizar a sus miembros para un fin. Dice el estudioso americano que no está escrito en ningún sitio cómo debe ser el líder perfecto. El liderazgo no es una ciencia, concluye, sino un arte interactivo, donde el líder "baila" con el contexto, el problema, las facciones y el objetivo.

El PSOE es un partido sin un buen líder desde la dimisión de Felipe González. La victoria inesperada de Zapatero y los años de bonanza económica del país permitieron disimular esta deficiencia durante casi una década, pero ha reaparecido agravada. Como todo gran partido el PSOE aspira a gobernar, y en los últimos años no ha hecho más que alejarse del objetivo. Su situación es muy problemática. Viene dada por el desplome electoral de la socialdemocracia en los países del entorno, la emergencia de un adversario fuerte y hostil a su izquierda, la dispersión de sus votantes y, para colmo, la división interna. El desafío del candidato que resulte elegido en las mal llamadas primarias es dotar al partido de un auténtico liderazgo.

La misión no es tarea exclusiva de una sola persona, sino un reto para toda la organización. El número de avales presentados puso de manifiesto que en el seno del partido hay una agitación extraordinaria, pero este ambiente no ha facilitado una conversación franca entre dirigentes y afiliados. Los candidatos han pedido adhesión y los afiliados se la han dado sin más. Unos y otros acudirán al congreso de junio, que debería cerrar el paréntesis abierto en octubre, sin tener una explicación del estado por el que atraviesa el partido ni la perspectiva de un futuro despejado.

El PSOE no ha sido capaz en estos meses de hacer una reflexión en común sobre su situación. Pueden mencionarse aportaciones aisladas, tal es el caso de Jordi Sevilla, que escribió "Vetos, pinzas y errores" porque consideró que era un deber cívico contar lo ocurrido, o de Josep Borrell que, según cuenta, se puso a redactar "Los idus de octubre" apresuradamente al escuchar una flagrante mentira sobre las intenciones de Pedro Sánchez de pactar un gobierno con los independentistas catalanes, o de Ignacio Urquizu, que ha opinado siempre con sensatez. Sin embargo, los candidatos no han provocado una discusión interna a fondo y en calma, ni los afiliados la han reclamado. En consecuencia, la campaña de las primarias ha quedado reducida a un intercambio de reproches desenfocado y confuso.

El mayor problema del PSOE es que parece sentirse ajeno a las razones de su desdicha. Está "malito", pero no sabe muy bien por qué y tampoco parece poner mucho empeño en averiguarlo. Mientras esto sea así, no podrá hacer el ajuste que la política de los tiempos actuales le exigen y los nacionalismos populistas, la izquierda anacrónica y puede que un día una ultraderecha envalentonada camparán por sus respetos. En el debate del lunes, Patxi López subrayaba la "o" de las siglas, Susana Díaz advertía del carácter "internacionalista" del partido y Pedro Sánchez ponía especial énfasis en definirlo de izquierdas. Los tres coinciden, no obstante, en que el PSOE debe ser un partido de amplias mayorías. Sobre este dilema que ha atrapado a la socialdemocracia y en parte explica lo que está sucediendo Adam Przeworski escribió hace tres décadas las páginas definitivas.

La elección en el PSOE tiene un alcance más corto. Es, por encima de otras cosas, una pugna por el poder, que es una parte esencial de la política. Susana Díaz pretende abrir una vía desde una comunidad autónoma hacia la secretaría general, que nadie había utilizado antes en el partido, con el impulso de la organización que la respalda. Pero Sánchez busca una segunda oportunidad espoleado por sus seguidores, que han descubierto en él un líder carismático. Los avalistas de Patxi López podrían tener en sus manos los votos decisivos. Es poco probable que esta elección resuelva el problema de liderazgo del PSOE, pero eso no implica en ningún caso que no tenga trascendencia para el futuro del propio partido y para la política española quién gane.

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