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Joaquín Rábago.

Un plan socialdemócrata para Europa

No parece pintar bien para los socialdemócra- tas alemanes cuando faltan poco más de cuatro meses para las próximas elecciones generales en ese país.

De ahí que el plan para Europa que ha elaborado su actual ministro de Exteriores y vicecanciller, Sigmar Gabriel, pueda quedar finalmente en papel mojado.

Y es una lástima porque significaría, de llevarse a cabo, un cambio de rumbo frente a la miope política de austeridad "über alles" que defiende el ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble.

Por ejemplo, en el tema del euro, el documento de Gabriel defiende la idea de completar la unión monetaria con una unión fiscal: un presupuesto común controlado por el Parlamento, un ministro europeo de Finanzas y normas acordadas por todos sobre fiscalidad y protección social.

"Si un presidente francés tiene el valor de enviar la noche electoral una clara señal a favor de Europa, Alemania debe tener el coraje de replantearse las posiciones en que está encallada y abrirse a un compromiso franco-alemán que dote al euro de una arquitectura duradera y estable", reza el escrito.

En política exterior, el dirigente socialdemócrata sugiere que, tras las próximas elecciones europeas, ambos países podrían compartir un puesto de comisario en Europa o se alternen en el mismo y creen además representaciones comunes en los gremios internacionales.

Otra propuesta es la de financiar conjuntamente inversiones en investigación, infraestructuras de transportes y redes digitales utilizando para ello, por ejemplo, las reservas del fondo alemán para el almacenamiento de los residuos nucleares, que se completarían con financiación francesa.

Los socialdemócratas alemanes tratan de erigirse, escribe "Der Spiegel", en auténticos aliados del nuevo presidente francés mientras presentan a la canciller Angela Merkel y sobre todo a su ministro de Finanzas como unos "tenderos sin corazón, cuya mezquindad solo ayuda al avance de los populistas" en todo el continente.

El problema es que muchos ciudadanos han acabado creyéndose eso de que los pueblos mediterráneos son unos gorrones dedicados al "dolce far niente" que solo tratan de aprovecharse de la laboriosidad y frugalidad del virtuoso pueblo germano.

Y propuestas como las de Gabriel no parecen ganar precisamente votos en ese país. Y eso lo saben perfectamente Merkel y Schäuble.

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