Preside EE UU un matón con negocios dudosos que alcanzó fama despidiendo gente en un reality-show, a quien el FBI investiga sus contactos con Rusia (alta traición) para manipular la campaña electoral de la que salió vencedor.
En Corea del Norte la tercera generación de un régimen monarco-comunista lanza semanalmente al mar misiles nucleares que comprometen la vida en el planeta.
Un exespía soviético preside, gobierna y vuelve a presidir Rusia (desde finales del siglo XX) con tres dosis de nacionalismo expansionista y una de veneno, trazas de dictadura e intolerancia a los derechos humanos.
En España, el presidente del PP, corrupto en órganos vitales como Madrid, Valencia o Murcia, beneficiario de cajas de puros habanos y dinero bárceno, gobierna en minoría comprando a precio de oro apoyos para seguir en el poder y sobrevivir a la septicemia política.
En Venezuela, un tombolero rifa la democracia y asegura, con ignorancia de pastorcillo, que se le aparece Chávez, sin que esas alucinaciones sean imputables al hambre que adelgaza a sus paisanos.
En Reino Unido, la premier aviar sigue los designios populares inspirados por un borracho xenófobo. En Francia, un banquero de izquierda derechista torna eurohéroe por parar a la facha hija de facha que hace 30 años era una excrecencia bizarra.
En un mundo con comunismo de mercado y capitalismo financiero proteccionista gobernado por seres extraños es normal que sean taquillazo las películas de supergrupos contra supervillanos.
