Opinión | inventario de perplejidades
José Manuel Ponte
De guantes y de guantazos
Obligada atención al debate entre los tres candidatos a la secretaría general del PSOE. Preguntado a la entrada de la sede de Ferraz por el ánimo con que llegaba a la cita, el señor Sánchez, último en ocupar ese puesto antes del golpe de mano que lo defenestró, dijo esperar un debate de "guante blanco"; es decir, un combate dialéctico limpio y educado entre compañeros de partido que comparten los mismos valores. Resultó todo lo contrario. El señor Sánchez y la señora Díaz se zurraron de lo lindo y más que guante blanco utilizaron guantes de boxeo. Incluso unos guantes fuera del reglamento como aquellos que usaba Charlot en un memorable combate, con una herradura oculta en su interior para multiplicar la potencia del golpe. Especialmente por parte de la señora Díaz, que recurrió con demasiada frecuencia a las descalificaciones personales. En opinión de la dirigente andaluza, Sánchez es un perdedor nato que cambia de criterio continuamente, desorienta al electorado y acaba por ser abandonado a su suerte por quienes lo apoyaron antes, tanto si se trata de compañeros de partido como de altos dirigentes del mismo, como Felipe González o Rodríguez Zapatero, que al parecer ya no se fían de él por su inconsistencia política. "Te lo digo con cariño Pedro -le espetó- el problema eres tú". La agresividad de la señora Díaz no amainó durante la primera parte del debate, a cuyo fin, y antes de irse a descansar por un rato, pudo oírsela decir: "Menos mal, y ahora a ver si se tranquiliza el nene". Tiene que estar muy segura de su victoria la señora Díaz para permitirse esas licencias un tanto maleducadas. Su oponente, en cambio, quiso llevar la confrontación al terreno de los argumentos políticos, pero lo hizo de una manera más nerviosa y desmañada, queriendo abarcar demasiados temas como el examinado que pretende convencer al tribunal de que se ha estudiado bien la asignatura. En ocasiones, Sánchez transmite la imagen del hombre que se siente injustamente vapuleado desde los medios y desde las alturas de su propio partido por haber hecho una propuesta demasiado socialista para los tiempos que corren. En cuanto al señor López, tercero en discordia, jugó el papel más agradecido de árbitro y moderador. Y lo hizo bastante bien, con un llamamiento, que pareció sincero, a la unidad del partido y a la concordia entre facciones enfrentadas. Tanto que, en algunos medios se le dio como vencedor moral del debate. Desconozco si Patxi López estudió en Deusto, pero su discurso, oratoria y gestualidad me parecieron ignacianas. Y por eso mismo muy eficaces. No obstante, algunos observadores quisieron adivinar en su argumentario una jesuítica, y por tanto discretísima, forma de apoyo a la candidatura de Susana Díaz. Como cuando quiso poner a Sánchez en un apuro interpelándolo sobre su concepto de nación (que no es equivalente al de Estado). Una vez visto el debate, yo no podría decir, como hizo el domingo en su primera plana un importante periódico, si "el PSOE se asoma al abismo". Ni tampoco si el peligro de despeñarse será más cierto eligiendo a don Pedro Sánchez, a doña Susana Díaz o a don Patxi López como nuevo secretario general del partido que fundó Pablo Iglesias.
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