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Manuel Campo Vidal

República europea o Europa de las patrias

¿Están los Estados europeos dispuestos a renunciar a su propia identidad y su soberanía en beneficio de una construcción artificial como es actualmente la UE?

El sociólogo Wolfgang Streeck, director del Instituto Max Planck de esa disciplina en Colonia, lo considera "una ilusión" a la vista del resultado negativo de los pasados referendos sobre la Constitución europea en Holanda y Francia.

"La historia política de Europa ha generado una compleja multiplicidad de identidades y soberanías nacionales que nadie quiere eliminar, salvo los propios alemanes, entre otras cosas porque los temen", escribe Streeck(1).

Tanto en Francia como en Alemania, el debate se centra en si un país es más soberano como parte de la Unión Europea o de la unión monetaria -"es decir gobernado por Berlín"- que fuera de las mismas, señala el sociólogo.

Incluso en 1990 alguien como el filósofo Jürgen Habermas, escribe Streeck, solo podía imaginarse una Europa unida "como una Europa de las patrias, algo que actualmente sus seguidores condenan como atavismo nacionalista".

Habermas ha cambiado mientras tanto de opinión y tanto él como los suyos justifican la creación de "una Gran Europa capaz de medirse en el ring con los otros pesos pesados -Estados Unidos y China-, lo cual recuerda fatalmente, según Streeck, la concepción max weberiana de una Alemania como Estado de poder nacional".

Cómo será esa Europa es algo que se deja a la fantasía, agrega el sociólogo, para quien "los Estados nacionales europeos son más que museos de su propia historia emancipadora: se trata de artefactos histórico-sociales que quieren ser reconocidos en su singularidad".

De una opinión radicalmente opuesta es la socióloga y fundadora del Laboratorio de la Democracia Europea, Ulrike Guérot, quien aboga por la creación de una "República europea" como única forma de evitar el avance del populismo ultranacionalista.

Si la crisis financiera introdujo una cuña entre los pueblos del norte y el sur, la de los refugiados ha creado una nueva división este-oeste en el continente, y al enfrentamiento económico ha venido a sumarse uno ideológico.

La contraposición es entre "un nacionalismo étnico ( völkisch) y una Europa cosmopolita y tolerante", escribe Ulrike Guérot(2).

Para compensar la pérdida de soberanía, las derechas "tratan de establecer sociedades étnicas, supuestamente homogéneas, Estados nacionales dotados de una identidad cultural".

Para Guérot, la solución pasa, sin embargo, por crear una nueva Europa, que no sea solo mercado y euro, sino también una auténtica democracia a nivel continental.

Hay que posibilitar, escribe, un derecho de sufragio supranacional de forma que de la República Federal Alemana, la República francesa o la italiana salga una República europea, sobre la base de "una persona un voto".

Como en todos los sistemas federales, la ponderación de voto la garantizaría una segunda cámara, a la que cada región podría enviar "dos representantes" y que sería algo así como el Senado europeo. Al mismo tiempo podría elegirse a un presidente europeo, que "tendría una función unificadora".

"La igualdad de voto, igualdad fiscal y la igualdad de acceso a los derechos sociales" sería la fórmula que permitiría que la actual Europa de los mercados se convirtiese en una auténtica democracia.

Para la socióloga germana, a la ultraderecha que denuncia a la UE por no ser social ni democrática no se la combate anatematizándola, sino construyendo una Europa que cumpla precisamente esas condiciones.

(1) Semanario Die Zeit: "No sin mi nación".

(2) Revista Der Spiegel: "¡Viva la República europea".

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