El gobierno local parece decidido a poner orden en lo que respecta a las terrazas de los establecimientos hosteleros que, desde unos años para acá, utilizan el espacio público prácticamente todo el año, porque el clima lo va permitiendo, y porque los fumadores empedernidos prefieren tomarse el café al aire libre para degustar su ración de nicotina con tranquilidad, como lo hacían antes dentro de los establecimientos. A mí, personalmente, me gusta ver las plazas y, donde es posible, las calles, con muchas mesas y sillas porque se ofrece con ello, por un lado, la comodidad de consumir al aire libre, y por otro, una imagen importante de ambiente turístico. Nada nuevo bajo el sol porque quien ha viajado un poco ha podido comprobar cómo en todas partes ocurre lo mismo y el público en general disfruta de la oferta. Ocurre, sin embargo, que en algunos puntos se abusa de la ocupación y, más allá de si pagan o no todo lo que ocupan de superficie pública, produce cierta incomodidad a quien va por las zonas sin más intención que pasar. Que sepamos existe un reglamento para terrazas, que bastante trabajo costó sacar adelante hace ya varios años, y que había sido aceptado por el sector. La relajación posterior provocó una permisividad que ahora, cuando se quiere enderezar la situación, va a provocar disgustos y protestas. Pero todo está escrito: terrazas sí pero respeto a la norma, también.
