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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Dos " guerrilleros" en Sarria

El 21 de junio de 1969 se celebró en Sarria (Lugo) una corrida toros en cuyo cartel estaban anunciados Manuel Benítez El Cordobés, Sebastián Palomo Linares, que acaba de morir a los 69 años, y un tal Manuel Rodríguez, presentado como "sobrino de Manolete". En Sarria no hay plaza de toros ni (que sepa) mayor tradición taurina, pero el que era entonces alcalde de la villa, Javier Vázquez Rivas, tuvo la ocurrencia de contratar a los dos famosos toreros que, en lucha contra los intereses de los grandes empresarios taurinos, habían decidido organizar una temporada por su cuenta en plazas portátiles. El desafío de El Cordobés y de Palomo, conocidos entonces como "guerrilleros", tuvo éxito y al año siguiente los empresarios aceptaron sus condiciones. No obstante, la celebración de la corrida de Sarria no fue fácil ni pacífica. El Gobierno Civil de Lugo, prohibió el acontecimiento cuatro días antes en base a una serie de incumplimientos de la legalidad vigente, y eso provocó la indignación de los sarrianos. Una caravana de doscientos automóviles se desplazó en señal de protesta a la capital y hasta se puso un cartel en el límite por carretera del Concello advirtiendo a los automovilistas de que allí "terminaba la provincia de Lugo".

El motín secesionista preocupó a las autoridades y una alta autoridad de la Administración franquista maniobró hábilmente para calmar los ánimos autorizando la celebración de la corrida. Pero, no pararon allí los problemas. Dos días antes de la cita taurina, El Cordobés exigió a los organizadores el pago anticipado en metálico y los directores locales de las entidades bancarias tuvieron que abrir sus cajas en jornada festiva para reunir la cantidad requerida. Y en esas estábamos cuando Pedro de Llano, Bocelo, director de "El Ideal Gallego" (entonces propiedad de la Editorial Católica) decidió enviar al lugar del suceso a dos periodistas jóvenes, uno de los cuales era yo. Lo recuerdo como una de las jornadas más pintorescas que haya vivido nunca. El pueblo estaba abarrotado de turistas foráneos (El Cordobés y Palomo tenían mucho gancho popular) y un buen número de habitantes del Concello se habían disfrazado con trajes de andaluces para mejor ambientar la fiesta. Desde que el pueblo cinematográfico de Villar del Río había hecho lo propio en "Bienvenido, Mister Marshall" para recibir a los norteamericanos que iban a proporcionarles ayudas sin cuento, nunca vi yo cosa igual. Vi mocitas bailando malamente sevillanas, caballistas con traje campero y hasta carros del país tirados por bueyes como si aquello fuera la romería del Rocío. Eso sí, nadie perdía el acento gallego.

Mientras eso ocurría en la calle, los toreros, recluidos en un hotel, se jugaban a las cartas una buena apuesta rodeados de una corte de taurinos rumbosos y señoras enjoyadas. Pese a la expectación, la lidia de los toros dejó bastante que desear. Los animales eran pequeños y los soltaron al ruedo desde un camión en el que quizás habían estado recluidos demasiado tiempo. Y el anunciado como el "sobrino de Manolete" (aunque otros dijeron que era el chófer de El Cordobés) resultó cogido y fue trasladado al hospital. Yo hice una crónica contando lo que había visto y algunos exaltados quemaron el periódico como protesta.

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