Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El regalo

A día de hoy, y dado que lo que prima en el sistema educativo es la confusión, no ha de extrañar que las últimas decisiones del Ministerio -criticadas por cierto desde el Consejo Escolar del Estado, que se reúne hoy mismo para analizar más a fondo la cuestión-, estén a punto de provocar un cierto caos. Y es que el dato -por ejemplo- de que sólo 125 colegios harán la reválida en sexto de Primaria pero todos deberán establecerla en tercero deja estupefactos a muchos; casi tanto como eso de que se pueda pasar de curso con nota menor de cinco.

A este paso -y dicho quede como mera opinión personal- no hará falta más que un sorteo para determinar quiénes suman méritos para graduarse comm´il faut; a los demás se les concederán los títulos a modo de premio de consolación, y a la espera de que los suspendan más tarde y las críticas al método de dirijan a otros docentes. Porque no se entiende demasiado bien ese criterio, y eso sin necesidad -ni intención- de nostalgias por el tiempo pasado, en el que la formación académica auténtica merecía más respeto, y se le daba el placet cuando se demostraba capacidad, no para lograr un diploma que nadie sabe qué certifica.

Obviamente, una parte de lo que cierra el introito es una exageración. Pero, aún así, no puede impedirse un debate sobre esa especie de "buenismo" que parece prosperar en un sector de la sociedad civil y que se traduce en un rechazo más o menos declarado a bastante de lo que antes era sólo resultado de la cultura del esfuerzo. Un recuerdo que nada tiene de nostálgico y menos aún de melancólico, y que no supone la defensa de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero tampoco la de que en el pretérito -en este terreno- nada hubiese de bueno. Eso ocurrió cuando la política quiso hacer de la Educación proselitismo.

Es verdad que ese terreno suele embarrarse y que por tanto las discusiones aparecen antes que los debates serenos y profundos, y también que es de los pocos en los que la ideología no sólo permanece sino que se enorgullece por sembrar. Lo que no sería absolutamente malo siempre que no se confundiese con el dogmatismo, que se practica en no pocas aulas, y en muchas con su secuela más dañina: la descalificación global de quienes no piensen como el que imparte la lección, y que no sólo lo hace con sus oponentes intelectuales sino sobre sus rivales políticos.

Una parte considerable de los males -y de lo que se hace bien- mejorarían si se llegase a un pacto por la Educación, del que habla todo el mundo pero que nadie se decide a impulsar en serio. Las causas son diversas, pero los resultados casi iguales: el nivel de los estudiantes españoles de primaria y enseñanza media es bajo, y eso provoca que en la universidad haya de dedicarse un tiempo valioso a recorrer lo que se supone ya sabido, con el retraso final correspondiente y la merma de la competitividad con otros países del entorno europeo, y aún de más allá.

(Conste que en ese debate previo al pacto convendría incluir algún tipo de criterio o de orientación general sobre otro aspecto que se discute estas semanas: la cuestión de los deberes a los alumnos, si son o no excesivos y si permiten a los jóvenes un necesario tiempo de ocio. Merecería la pena fijar un esquema, que ni puede ni debe ser igual para todos -por eso se define como orientativo-, pero sin dar la impresión, superficial o profunda, de que hay quien quiere convertir los títulos, del nivel que sean, en algo muy parecido a un regalo. Y no es eso.

¿Eh??)

Compartir el artículo

stats