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Joaquín Rábago.

Hipocresía y cortinas de humo

Hay mucha hipocresía y demasiadas cortinas de humo en todo el movimiento creado en torno a los contactos del fiscal general estadounidense, Jeff Sessions, con el embajador ruso en Washington.

Cortinas de humo porque distraen la atención de algo muy preocupante para el estado de la democracia de aquel país como que se haya nombrado para tal puesto a un político que ha demostrado en más de una ocasión su racismo y su mentalidad mccarthista.

Tanto el Comité Nacional para el Avance la Gente de Color (NCCAP por sus siglas en inglés) como la Unión Estadounidense para las Libertades Civiles han documentado varias declaraciones claramente racistas de Sessions.

Este llegó a calificar a ambas organizaciones de "un-american" ('antiamericanas'), lo que debe de traer recuerdos de una de las etapas más negras del siglo XX estadounidense: la caja de brujas emprendida por el senador Joseph McCarthy contra los intelectuales y gentes de Hollywood sospechosos de simpatías comunistas.

En cierta ocasión, según recordaba el diario Washington Post, Sessions llamo también "una desgracia para su raza" a un abogado de los derechos civiles blanco.

Nada de ello ha sido, sin embargo, obstáculo para que ese personaje fuese ratificado por el Senado como fiscal general, puesto equivalente al de ministro de Justicia en aquel país.

Y ahora eso parece olvidado y lo único que importa es que Sessions se reuniese en una o más ocasiones con el embajador ruso, lo que podría convertirle, a ojos de muchos, en fácil objeto de chantaje por el Kremlin.

Que uno sepa, Rusia y Estados Unidos de momento no están en pie de guerra, aunque a algunos esto parece molestarlos, y un contacto a nivel diplomático no debería al menos en principio ser piedra de escándalo.

Otra cosa es lo que puedan haber tratado o negociado en secreto como el hecho un tanto sospechoso de que Sessions haya tratado de ocultar la existencia de esos contactos diplomáticos.

Muchos se rasgan las vestiduras por la supuesta o real injerencia de la Rusia de Kremlin en las elecciones estadounidenses y sospechan de los contactos que puede haber mantenido también un tipo sin escrúpulos como es el propio Trump.

Cualquier injerencia extranjera en las elecciones de un país es condenable, pero los mismos que ahora critican a Rusia y parecen añorar la época de la Guerra Fría nada dijeron cuando Estados Unidos influyó masivamente en la política rusa y de sus antiguos aliados tras la disolución del Pacto de Varsovia.

La injerencia tanto política como económica de Occidente en aquellos procesos electorales fue entonces masiva, pero, claro está, se trataba de dejar allí bien asentada la economía de mercado sin que importase toda la corrupción que iba a acompañarla.

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