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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Una secesión con buenos modales

Amante de las buenas maneras, el exconseller de Presidencia de la Generalitat, Francesc Homs, reprochó a un juez que le interrumpiese cuando aún no había acabado de responder a una pregunta. En su casa, vino a decir, le habían enseñado normas de buena crianza que excluyen tales impertinencias. "Esto no es su casa", le aclaró didácticamente el magistrado. "Esto es el Tribunal Supremo".

A ese alto tribunal había ido a parar Homs por la organización de una consulta sobre la independencia de Cataluña sin los oportunos permisos gubernamentales. Y, sobre todo, por no observar las leyes que dimanan de la Constitución, a juicio de los magistrados que velan su cumplimiento.

No obstante, Homs apeló a los buenos modales, que tanto se echan de menos en estos tiempos. Cierto que sus socios okupas de la CUP no son precisamente unos apologistas de la palabra culta y las buenas costumbres; pero las causas sagradas -y la de la independencia lo es- exigen alianzas hasta con el diablo.

Razón no le falta a Homs, que pertenece a la rama nacionalista burguesa del Liceo. Con educación se puede exigir todo y aún más.

Supongamos, por ejemplo, que uno quiere montar un Estado desmontando otro, como si estuviese jugando a las construcciones del Lego. Se le plantea la cuestión al Gobierno en términos corteses y ya está. Si la otra parte contratante no hace caso, habrá que romper entonces por la brava, como ahora se dispone a hacer la Generalitat. Puede que lo haga por la vía rápida e insurreccional, pero con buenas maneras.

De la importancia de estas cortesías nos había informado ya Óscar Wilde cuando puso en boca de uno de sus personajes la frase: "Manners before morals". Los modales son más importantes que la moral, aunque se ignora si Wilde lo decía en tono sarcástico o de verdad le daba primacía a la forma sobre el fondo.

Sea o no lector de Wilde, el exquisito Homs quiso hacerle ver al juez que en su casa lo habían educado con esmero. El juez, que no estaba para sermones, se limitó a aclararle al desubicado que no estaba en el salón de su casa, sino en una sala del Supremo. Un adelanto de las respuestas que tal vez encuentren los paladines del nacionalismo cuando decidan ejecutar el desenganche de Cataluña.

Con cortesía se va a todas partes, aunque no es seguro que los ejercicios de buena crianza vayan a resolver cualquier problema. Si uno se propone hacer saltar por los aires un Estado relativamente antañón, como el español, ha de considerar la hipótesis de que acaso ese Estado no se deje practicar la eutanasia con buenas palabras.

Sería una reacción enojosa y poco atenta a las convenciones sociales; pero estas cosas han sucedido siempre así a lo largo de la Historia.

Rajoy, que es gallego y a menudo ejerce el "keep calm" de los británicos, ha optado por dejar correr hasta ahora el asunto en la convicción de que lo que no puede ser, no puede ser; y además es imposible.

Por tanto, ha resignado el asunto en los tribunales, donde un juez acaba de recordarle a Homs que no es lo mismo andar por casa que por el Supremo. O por sitios peores, si la cuestión se agravase, aunque tal hipótesis no parezca previsible en negocios como estos, donde hay tanto que perder. Llegados a este punto del desacuerdo, lo único que tal vez ya importe es no perder la compostura. Ni confundir la salita de casa con las salas de los juzgados.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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