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Joaquín Rábago.

La pesadilla americana

Trabajé durante cuatro años a caballo entre los ochenta y noventa al frente de la delegación de EFE en la capital de Estados Unidos.

Había estado ya en aquel país en dos ocasiones anteriores y sentido admiración sobre todo por el fenómeno de la contracultura, floreciente (nunca mejor empleada la palabra) sobre todo en su costa Oeste.

En mi etapa washingtoniana, cada vez que podía, me dedicaba a viajar por aquel inmenso país en busca de noticias que no fueran estrictamente políticas y ayudaran a entender aquella sociedad.

Aprovechaba mis viajes para, entre otras cosas, hacer largas entrevistas a gente que consideraba interesante y que se publicaron en un periódico que tuvo corta vida: "El Independiente".

Las hice al margen de EFE, por interés propio: así pude conversar con un gran poeta de la generación beat como Allen Ginsberg, el doble premio Nobel (Química y Paz) Linus Pauling o el famoso lingüista, activista y crítico de la política de Israel Noam Chomsky, entre otros.

A ese último le llamaba por teléfono cada vez que sentía necesidad de contrarrestar las mentiras de la Casa Blanca o el Pentágono sobre la guerra de Irak con sus siempre acertadas críticas.

Cualquiera de aquellos personajes -solo sigue vivo Chomsky- estaría horrorizado con lo que sucede hoy en ese país que se hizo a base de inmigrantes y de expoliar a los indígenas y que vendió al mundo la gran mentira del "sueño americano".

Hoy todavía llaman los medios dreamers ('soñadores'), a los menores llegados a EE UU de manera irregular bien solos, bien acompañando a sus padres y que han crecido luego en ese país.

Decidido a expulsar a todos los inmigrantes ilegales aunque no hayan cometido ningún crimen, Trump se jacta incluso de que va a respetar a esos jóvenes aunque parta a las familias.

¿Cuánto durará aún la pesadilla?

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