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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

El repliegue de la ciudad

No es momento de nostalgias aunque son muchos los que recuerdan la época de apogeo de Vilagarcía, aquella en la que parecía que iba al galope para consolidarse como la octava ciudad de Galicia. El censo aumentaba año a año, la industria y el comercio apostaban por la ciudad, las instituciones se multiplicaban y los servicios se adecuaban con garbo a ese impulso natural que parecía imparable.

Son demasiadas las cosas que han quedado atrás con la crisis y antes de ella. La desaceleración fue demasiado brusca para que aquellas expectativas se consoliden en la Vilagarcía de hoy, una ciudad que ha quedado desprendida de la locomotora del progreso aunque conserva ciertos privilegios.

La conexión por autovía con el resto de España, el enlace directo del tren a Madrid, el impulso industrial que se pronosticaba con el nacimiento de los parques empresariales han quedado aparcados sin que nadie le haya vuelto a dar a la llave de arranque.

En el camino han quedado descolgados servicios sanitarios (laboratorios, especialidades médicas, sanatorios de iniciativa privada), pero también otros como el cuarto juzgado o el nuevo cuartel de la Guardia Civil y han desaparecido actividades como las que se organizaban en Fexdega (aquella multitudinaria feria multisectorial) y hasta se han degradado instituciones como la Cámara de Comercio que ahora depende de Vigo por una fusión no demasiado bien explicada.

Y todo ello sin que se escuchen voces que defiendan la recuperación del estatus. Da igual culpar al actual gobierno municipal que al anterior, a los partidos conservadores o a los que se denominan de izquierdas, a los sindicatos, a los colectivos de empresarios o comerciantes, también de la prensa muchas veces anclada en el oficialismo perverso.

La ciudad debe despertar de una vez. Tiene que volver a la senda del progreso y la ilusión de recuperar el puesto y el peso que le corresponde en Galicia, tanto por su estratégica situación, por las infraestructuras existentes, por la población y su peso económico.

No hacerlo implica retroceso y sobre todo pérdida de oportunidades, esas que otros concellos no están dispuestos a desaprovechar.

La ciudad se merece que alguien mire más allá de O Pousadoiro.

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