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Daniel Capó FdV

El congreso del PP

El PP ha salido reforzado de su congreso por muchos motivos, al menos de entrada. En primer lugar, porque ha demostrado una resistencia inusitada. Ni la irrupción de la izquierda radical -que ha roto el tradicional bipartidismo de nuestro país-, ni el oleaje continuo de casos de corrupción, ni la grave cuestión catalana, ni la difícil salida a la crisis económica le han desalojado del poder. El PP sigue controlando el centro de la pista y capitalizando los resortes favorables del poder. No es poco, si pensamos que en la arena nacional e internacional está diluviando. En segundo lugar, la implosión del bipartidismo ha afectado únicamente a la izquierda y esta liquidación por derribo amenaza con proseguir su camino. En este sentido, la victoria de Iglesias sobre Errejón no sólo amputa las posibilidades de crecimiento de Podemos -cada vez más estigmatizado como partido de la protesta-, sino que corrobora el papel de garante de la estabilidad que se atribuye Rajoy. Si la política es un relato, el discurso del PP no es otro que orden, estabilidad, moderación, seguridad y confianza. Un partido previsible para un país empeñado en ceder al aventurismo. Finalmente, la coyuntura internacional ha otorgado a Rajoy la aureola de hombre de Estado, impensable hace unos años. Durante la última legislatura, España ha salvado el match point del rescate financiero y del primer aluvión podemita: no ha tenido lugar un "Brexit" español y ninguna Syriza ha llegado al poder. De repente, Rajoy se ha convertido en uno de los presidentes más moderados de una Europa caótica y sin pulso.

Del congreso, el PP sale lanzado hacia un adelanto electoral. La campaña ha arrancado sin otra promesa que la continuidad frente al desorden en las calles, al "más de lo mismo" o a la incertidumbre de la ruptura. El viejo lema clásico "divide y vencerás" favorece a las tropas que se mantienen unidas y resisten los embates de la batalla. Se trata de una lógica sencilla pero efectiva, una vez que ya se han somatizado las toxinas de la corrupción. Con la campaña electoral en marcha, más empleo, ligeras subidas salariales, evitando sorpresas y excesos, y con la fractura interna del PSOE, el PP -al igual que el PNV en Euskadi- se erige como partido de la estabilidad. En tiempos de incertidumbre, los caminos transitados suman votos. Rajoy ha descubierto su relato.

El problema, por supuesto, es que España necesita algo más. Y ese plus tendría que proporcionárselo la derecha. Con la izquierda incapaz de articular una propuesta de gobierno razonable y el nacionalismo derivando abiertamente hacia el soberanismo, uno de los dramas españoles es la dificultad del PP a la hora de articular una idea de España que vaya más allá de gestionar el día a día y de mantener intactos los muros constitucionales. Un país no sólo necesita leyes y normas -que también- sino además la cohesión interna que descansa en un pasado común y en una visión del futuro ilusionante. Es decir, no sólo unas leyes e instituciones que encaucen los conflictos sociales, sino también una puesta al día de la maquinaria del Estado y de la narrativa de la nación. El continuismo no basta para otorgar a una sociedad el impulso necesario que la preserve del cinismo o de la desesperanza. Una eventual reforma constitucional, por ejemplo, debe surgir de las filas conservadoras precisamente para ganar credibilidad. Del mismo modo, resulta ya urgente impulsar una reforma de las cuentas públicas que garantice las pensiones públicas de las próximas generaciones y consolide un Estado del Bienestar moderno, efectivo y viable.

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