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La semana de A Ferrería

El Supremo y los rellenos del Puerto

La sentencia del Tribunal Supremo sobre los rellenos ha traído cierta tranquilidad a las empresas y trabajadores del Puerto de Marín. Al menos durante un tiempo. Han pasado la friolera de 17 años en este proceso judicial y todavía le queda recorrido. En contra de la opinión del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia que ordenaba la demolición de los 300.000 metros cuadrados de terreno ganados al mar, el Supremo ha dictaminado que ha habido varios rellenos y que no se puede discernir cuáles son ilegales y cuáles no.

La inejecutabilidad de la sentencia del TSXG alegada por el Puerto de Marín, la Diputación y la Xunta al entender que el daño económico y medioambiental sería mayor con el levantamiento de los rellenos, centra una decisión que ha devuelto la seguridad jurídica a un puerto que es el motor económico de la comarca de Pontevedra.

A lo largo de estos años, el recinto portuario marinense ha ido ganando terreno al mar en función de su crecimiento en el tráfico de mercancías. Los datos son incontestables, y lo han sido en plena crisis lo que realza todavía más su importancia económica con la instalación de nuevas empresas y el incremento de trabajadores en una zona de la provincia con escaso tejido industrial. Por eso, el hecho de que en este recinto haya instaladas 130 empresas que dan trabajo a unas 7.000 personas entre empleos directos e indirectos, debe ser valorado y cuidado.

Año tras año se marcan registros históricos en el tráfico de mercancías, siendo significativo el crecimiento en el apartado de contenedores o fruta convirtiendo a Marín en un puerto de referencia internacional.

Para mantener su pujanza y ante la imposibilidad de rellenar más la ría, deben encontrarse terrenos para crear un puerto seco donde instalar nuevas naves.

Por eso, la decisión del Tribunal Supremo es una luz de esperanza para el Puerto y para cientos de familias, pero esto no puede ocultar que este fallo judicial, el enésimo, muestra los vaivenes de la Justicia con sentencias argumentadas de forma contradictoria, dando la impresión al ciudadano de que la Justicia no parece que sea igual para todos. Ejemplos hay cada día, como en los derribos de inmuebles próximos a la costa, con una justicia contundente cuando se trata de gente anónima y en otras débil y lenta cuando por el medio hay personajes bien relacionados con el poder político y económico. O también en los casos de corrupción, con penas blandas en los delitos de cuello blanco. La sensación en la calle es que tiene más castigo el yonki por un hurto que un banquero chorizo.

Tras 17 años de litigio y los que quedan, ese resquemor también alcanza a esta sentencia de los rellenos del Puerto, especialmente por el argumento tan banal del alto Tribunal sobre su desconocimiento sobre la extensión rellenada en la ría. Así pues, bien está que nos felicitemos por esta sentencia, pero también parece en ocasiones que la Justicia es un cachondeo.

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