Una duda recorrerá los despachos de los principales centros de poder, durante los próximos meses: tras el triunfo del "Brexit", en Reino Unido y la victoria de Donald Trump, en EE UU, ¿será capaz Marine Le Pen, líder de la ultraderecha francesa, de propinar un tercer golpe a la globalización y al orden liberal creado tras 1945?
Si atendemos a los sondeos, un triunfo de Le Pen en mayo es el acontecimiento más improbable de los tres descritos. Aunque marcha en cabeza ante la primera vuelta de las elecciones presidenciales, todos le auguran una clara derrota en segunda ronda, sea contra el candidato reformista, Emmanuel Macron, o contra el líder del centro-derecha, François Fillon. En ambos casos, no obstante, rondaría el 40% de los sufragios (algo completamente inalcanzable para su padre cuando, en 2002, no llegó al 20% de los votos, en segunda vuelta).
Pese a ello, estamos en precampaña y no se pueden ver del todo los efectos de eventos inesperados (como el que ha afectado a Fillon, favorito hasta hace poco, pero dañado por el escándalo de la contratación de su mujer por un trabajo ficticio), en un país que "está en guerra", además, contra el Estado Islámico.
No solo eso: de los favoritos en liza, la única que presenta un programa nítido es Le Pen (regreso al proteccionismo, combate a la inmigración ilegal, referéndum sobre la permanencia de Francia en el euro), frente a los candidatos del establishment (Fillon y el socialista Hamon) y el poco claro Macron, que no ha desvelado aún su proyecto, pero que puede contener propuestas poco aceptables para una amplia franja de votantes, a izquierda y derecha (como una mayor liberalización del mercado de trabajo, que continúe con la reforma laboral que él apoyó). Así que no todo el pescado está vendido.
