Grecia necesita de forma imperiosa los 6.100 millones del tramo del tercer rescate del país, que se pactó en el verano de 2015 por un importe de 86.000 millones. Sólo así podrá hacer frente a vencimientos de deuda en julio por 7.500 millones. La negociación entre Atenas, Unión Europea (UE) y Fondo Monetario Internacional (FMI) está bloqueada. El riesgo de impago soberano vuelve a escena y, con él, la eventualidad de tensiones en las primas de riesgo (ya al alza por este y otros motivos) y, en caso extremo, de fractura del euro.

El FMI, en cuyo seno hay una división sobre cómo afrontar el problema griego, se niega a participar en el tercer rescate si antes no se produce una quita de la deuda griega. El FMI juzga impagables los débitos del país (180% del PIB) e inviable cualquier rescate si antes no hay un perdón de débitos. La deuda, dijo, es "insostenible", y sus normas le impiden prestar el dinero de sus países miembro sin certeza de devolución. El Fondo también ve inverosímil que Grecia, sin alivio de su pasivo, pueda alcanzar en 2018 un superávit primario (antes del pago de intereses de la deuda) del 3,5% del PIB como está pactado. Calcula que logrará, como mucho, el 1,5%.

Grecia está de acuerdo con las dos tesis del Fondo pero prefiere que el FMI no se incorpore al tercer rescate porque teme la exigencia de más recortes: el FMI estima que para alcanzar el 3,5% de superávit primario Grecia debería hacer ajustes adicionales por 4.000 millones. Y el FMI apunta a las pensiones porque, aunque ya han sufrido once recortes, siguen pesando mucho en el gasto y los pensionistas han sufrido menos que los asalariados.

La exclusión del FMI, como desea Grecia, tiene el veto de Alemania, principal acreedor de Atenas (66.000 millones), y de otros países de la Unión, que ven en el FMI una garantía de gestión del rescate y de imposición de su condiciones. Sin embargo Alemania y la UE rechazan la exigencia del condonación de deuda que el FMI pone como premisa para entrar en el acuerdo: lo prohiben los tratados de la UE (supondría una transferencia de rentas de unos países y contribuyentes a otros) y favorecería a los partidos antieuropeos en las cruciales elecciones de Holanda, Francia, Alemania y quizá Italia. A Grecia ya se le perdonaron 100.000 millones pero lo hicieron los antiguos acreedores privados: fundamentalmente bancos franceses y alemanes.