En contra del lamento del portavoz de la gestora por la oportunidad perdida para que surgiera en Podemos un interlocutor con el que entenderse, la sensación en el PSOE es de doble alivio: por lo que implica el triunfo de Iglesias y por la derrota de Errejón. Lo que Mario Jiménez, en coincidencia con Esperanza Aguirre, llama "pablismo leninismo" es una deriva de Podemos hacia una esquina del tablero político que acabaría con las veleidades socialdemócratas y los disfraces ideológicos con los que su líder se ha travestido en tiempo electoral. Además de desenmascarar a Iglesias, el resultados de Vistalegre aleja de un espacio en disputa con el PSOE al partido al que el último barómetro del CIS sitúa tres puntos por encima de los socialistas. Ese era el terreno sobre el que pretendía asentarse Errejón, felizmente derrotado para tranquilidad de rescatadores y allegados. Pero se trata de un alivio aparente porque todavía está por ver que un Podemos más radical devuelva al PSOE algunos de sus antiguos votantes, sobre todo aquellos que cansados de la quietud del viejo partido buscaban que se moviera por empuje de la presión externa de una nueva fuerza.
Del resultado del proceso en que ahora están inmersos los socialistas dependerá la recaptación de los posibles electores huérfanos de Podemos e incluso de alguna de sus inteligencias políticas. Pero el cariz que toman las primarias, con una previsible confrontación de Pedro Sánchez y Susana Díaz que ahondará la herida de octubre, no es precisamente un anticipo de tiempos mejores para el PSOE.
