Los vecinos de Armenteira fueron obligados a viajar por el túnel del tiempo el pasado fin de semana y disfrutaron/sufrieron un apagón de tres días en los que recuperaron el café de pota, la luz de las velas y el calor de la lumbre sin olvidar aquellas viejas historias de antes de irse a la cama.

Bucólico y nostálgico si se dibuja en el plano positivo pero demasiado esdrújulo para quienes han tenido que padecer las consecuencias porque la electricidad es hoy por hoy servicio básico por no decir fundamental. Aguantar un corte de suministro durante una o dos horas puede ser hasta divertido pero cuando es de tres días ya pasa de castaño a oscuro. No es metáfora. Fenosa tenía que haber reaccionado a tiempo y reparar la avería en un santiamén porque son muchos los intereses en juego para vecinos que no pueden hacer la comida, no tienen posibilidad de ducharse o ven que su arcón congelador se derrite con todas las provisiones, incluidos los despieces de las últimas matanzas, capones y merluzas que han tenido que arrojar a la basura.Los vecinos se sienten burlados y con razón. No parece lógico que las eléctricas anuncien subidas desorbitadas de los recibos cuando ni siquiera vigilan sus instalaciones o tardan tanto tiempo en reparar una avería como la que se produjo en Poio.

Ahora no valen excusas ni petición de indulgencias sino reparación del daño sin que los damnificados tengan siquiera que pedirlo. En Fenosa saben perfectamente a qué usuarios les falló el suministro el pasado fin de semana, cuanto tiempo, cual es su consumo promedio y cómo ponerse en contacto con ellos para pedirles disculpas a nivel personal e interesarse por los daños que les causaron.

Por suerte, en Meis solo se registraron daños materiales, incomodidades para los vecinos y la intranquilidad que asoma cuando parece que se vive en un pueblo fantasma.

Pero no solo es eso. Hay aparatos imprescindibles y vitales. Hay personas que dependen de máquinas sanitarias que se cargan con electricidad. Baste pensar en una silla de ruedas, en máquinas de oxígeno o simplemente esterilizadores para alimentos infantiles o de ancianos. Quizás eso no le preocupe a Fenosa, pero no lo puede entender como una romántica vuelta al siglo XIX.