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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El fútbol es una cruz

El Real Madrid, que también es más que un club, ha decidido retirar una minúscula cruz que coronaba su escudo para que no perturbe sus negocios de merchandising en ciertos países musulmanes. La crucecilla era casi invisible, pero aun así podría herir la sensibilidad de los clientes en un mercado tan prometedor como el de los Emiratos, Arabia Saudí, Kuwait y por ahí. Tan ricos en oro negro y con tanta capacidad para comprar camisetas.

Mal lo llevan otros clubes, si la tendencia cunde. El Barcelona, un suponer, luce a mayor tamaño en su insignia una cruz de San Jordi; y mucho peor todavía es el caso del Celta. El escudo del equipo vigués es, básicamente, una cruz de Santiago, apóstol al que como es sabido se le colgó en otros tiempos el sobrenombre de Matamoros. Como para ir vendiendo camisetas por tierras de la media luna, aunque el Celta gane la Copa y alcance notoriedad suficiente para llegar a ese mercado.

Los escrúpulos de la directiva madridista con las cruces no son cosa nueva, en realidad. Fue el propio Arzobispado de Compostela el que marcó la pauta hace algunos años, cuando los canónigos de la catedral decidieron tapar con unos floreros la imagen de Santiago Apóstol alanceando sarracenos en la batalla de Clavijo. Probablemente no sean muchos los mahometanos que peregrinen desde Roncesvalles a la tumba del Apóstol, pero nunca está de más prevenir enfados y malentendidos.

No era la primera vez. El caudillo Franco tuvo en su momento la humorada de nombrar capitán general de Galicia a Mohamed Ben Mizzian, un militar marroquí que practicó la doble militancia como general del Ejército español y mariscal de las fuerzas armadas de su país de origen.

Cuentan las historias de la época que los curas de Santiago pasaban las de Dios es Cristo para tapar cualquier imagen del bueno del Apóstol en su función de Matamoros cada vez que el general, de religión musulmana, visitaba la catedral por razón de su cargo.

A diferencia de los clérigos compostelanos, que actuaban -y actúan- por razones de cortesía, el club presidido por Florentino Pérez ha decidido retirar la cruz apenas visible de su escudo atendiendo a motivos de orden comercial. Es lógico. También el Barcelona había prescindido ya de la cruz de San Jorge para vender camisetas en Arabia Saudí. El fútbol se ha convertido en un negocio de alcance global en el que incluso se adaptan los horarios de los partidos a las necesidades de la clientela de Asia y Oriente Medio.

Por fortuna, los ricos de verdad en esta industria transnacional del balompié son ahora los rusos y -sobre todo- los chinos, que poco a poco se van haciendo con buena parte de los equipos europeos. Un día compran el Milán, al otro el Inter y al siguiente el Aston Villa, el Español, el Granada o cualquier otro que se ponga a tiro. El propio Celta recibió una golosa proposición de un grupo empresarial de la China, que no tenía problema alguno con la cruz de Santiago que campea en la zamarra del equipo.

Los chinos son más bien de Marx, que ya en el siglo XIX definió a la religión como "el opio del pueblo". Quiere la paradoja que ahora se acuse al fútbol de ser la droga que distrae a la gente de otras preocupaciones más perentorias. Lo único cierto es que el deporte del balompié empieza a ser una cruz. Incluso para los que la llevan en su escudo.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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