Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

El "paseíllo" de Artur Mas

El lunes pasado seguí por radio y televisión la comparecencia ante la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de Artur Mas y dos de sus exconsejeras cuando él era presidente del Gobierno de la Generalitat. Los tres están acusados de desobediencia y prevaricación por haber organizado una consulta sobre la independencia de Cataluña que previamente había sido suspendida por el Tribunal Constitucional a instancias del Gobierno español. No hay peligro de que ninguno de los tres ingrese en prisión en caso de ser condenados (precautoriamente se excluyó del juicio el delito de malversación) y la pena que pudiera serles impuesta quedará reducida a un tiempo de inhabilitación para ejercer cargos públicos.

Puestas así la cosas, el juicio es una ocasión estupenda para que tanto el Gobierno catalán como el español desarrollen cara al público su amplio repertorio teatral. El uno representando el papel del soberanista maltratado y el otro el del adalid de la unidad de la patria. Dos caracterizaciones que conducirían inevitablemente a un desenlace catastrófico salvo que en el último momento el guionista de esta comedia de enredo nos sorprenda con un arreglo satisfactorio para todos. Esto es, un pacto que permita intercambiar el reconocimiento retórico del hecho nacional con un trato fiscal y económico sustancioso. Algo que urge porque en estas situaciones donde se estira más allá de lo conveniente la tensión emocional cualquier suceso imprevisto pudiera derivar peligrosamente hacia el enfrentamiento civil.

Pero mientras eso llega, hemos de reconocer que el baño de masas del señor Mas y de sus dos compañeras de banquillo estuvo muy bien organizado. La cita con los jueces era a las nueve en punto de la mañana pero la presencia en la calle de miles de personas que querían saludarlos y darles ánimos prolongó la gira desde el Palau de la Generalitat en la Plaza de Jaume I hasta la sede del Tribunal en tres cuartos de hora largos. En los medios madrileños que retransmitían el acontecimiento en directo se calificó de "paseíllo" la andadura de los tres procesados, un término que no deja de tener su gracia, sobre todo después de que en Cataluña se hayan prohibido los festejos taurinos. Y en ese sentido, hay que reconocer que el señor Mas estuvo torero en su forma de andar y de saludar al público que lo ovacionaba. Con la mirada al frente y ese golpe de energía que le da a la mandíbula mientras camina, transmitía la imagen decidida del hombre que se abre paso hacia el lugar que la Historia le tiene reservado.

Por lo demás, el acto, al margen de la deliberada impuntualidad, fue pacífico y civilizado. En la calle no se produjeron desbordamientos y en el interior de la sala se guardó la más exquisita corrección mientras declaraban los acusados. La mayor parte de los asistentes era gente bien vestida y seguramente bien perfumada. Entre los hombres había una amplia nómina de encorbatados y entre las mujeres mucha melena de peluquería. Las pelambreras de la CUP brillaban por su ausencia. Con esa clase de público es fácil conjeturar que el soberanismo catalán nunca derivará hacia la revolución ni hacia la agitación social. Todo lo más hacia un republicanismo de clase media. Que no es poco.

Compartir el artículo

stats