Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Apagón demográfico y rearme territorial

El dato es (sensación de peligro): en Galicia la población cae en picado como en pocas partes del mundo. La pregunta (parece un deber): ¿es este apagón gigantesco nuestro destino irremediable? Y la respuesta (tiene que existir): tal vez se puede arrancar del territorio, del mismo suelo, de la geografía de los recursos, del descampado de los usos. Así pues, algunos temas clave en torno a los que giramos, siguen ahí.

| El problema de la tierra. En A Terra Cha sobreviven, como un reflejo, poblados como Matogroso, Arneiro y otros, una iniciativa del Instituto Nacional de Colonización (rostro de la autarquía) que a finales de los cincuenta hacía esfuerzos desesperados por fijar población en el campo. No obstante la economía, directa hasta la crueldad, le dio la espalda a la tierra. La población se precipitó hacia las ciudades (de aquí o de allá) en un abandono obligado.

Tras el polvo de la retirada, en explotaciones diseminadas, quedaron enigmáticas las tipologías de vivienda campesina diseñadas entonces por De la Sota, una muestra de racionalismo sigiloso y calmado. Al final, se consumó el apagón gigantesco de la Galicia rural. Ahora, al aire libre de la globalidad ya no hay alambradas entre campo y ciudad que impidan construir una estructura económica del conjunto de la tierra como recurso. Es día de un rearme de racionalidad.

| El problema ferroviario. En el vestíbulo de la estación de San Bento en Oporto, los mosaicos de Jorge Colaco no dejan pasar por alto un detalle, el carro de bueyes vadeando el lecho de un río. Ante él emerge triunfante el ferrocarril. Pues bien, en Galicia, el servicio internacional apenas llegó más allá del plateado vagón portugués de 1952 que pasando por Vigo cubría el trayecto entre la estación de Campanha y A Coruña.

En tan solo diez años (de 1950 a 1960) el tráfico ferroviario general cayó a la mitad. Después el tren tomó dos nombres: Alta velocidad y Cercanías. Pues bien, Galicia se posicionó de la peor forma posible en las dos. Así, la obcecación de no superponer el acceso del AVE con eje atlántico (modelo catalán), unida a la renuncia a unas Cercanías dignas de tal función (se optó confiarlas al coche privado). Un apagón de impacto en el atractivo de la movilidad. Alguna alegría habrá que encender.

| El problema urbano. Las ciudades se llenaron aliviando el desmantelamiento de alternativas de trabajo en la agricultura. Mientras en el campo se hacían los últimos Planes Generales de Colonización, en la ciudad se empezaba con los primeros Planes Generales de Ordenación. En el petate de la estatal Ley del Suelo del 56 (en Galicia, su corpus recibió reciente confirmación) se mezcló con escasa fortuna el diseño de calles con el derecho del suelo.

La norma quiso ordenar y consiguió un desorden elemental, quiso ser justa y alocó el sistema, tampoco evitó las travesías de Vigo y forzó utilizar las cubiertas de los edificios históricos como solares para elevar dos o cuatro alturas más. La presión del automóvil se volvió insana y desaparecieron las Cajas de Ahorros. Bastante incordio para vivir y trabajar a gusto. En realidad, el apagón demográfico mide la capacidad de seducir del medio urbano.

| Una cuestión metropolitana. Lo metropolitano, a fin de cuentas, es lo urbano más todo aquello a lo cual circunda. Richard Rogers observa que los edificios que circundan Central Park son los que definen la cualidad del espacio del parque. De igual manera, salvando las distancias, resulta que las aglomeraciones metropolitanas son quienes hoy deben cualificar (utilidad, productividad y calidad) el espacio integral de Galicia. De ahí su importancia y responsabilidad radical cara al futuro.

Curiosamente, estos días, la AMV se instauró con brocha gorda y enfado innecesario. Quizá pusieron el mantel sobre la mesa muchos que aún no perciben clara su utilidad (véanse las escasas referencias en la campaña electoral previa). La peripecia inicial deja a un lado la idea matriz del pragmatismo y pone en pié el artificio. En tono de advertencia, de momento, la ciudadanía observa como se las arreglan. Fastidia el suspense: ¿cómo pensar en un relanzamiento territorial?

| Y un epílogo sin final. El campo no pudo evitar el desalojo poblacional pero lo cierto, a la luz de los datos, es que las aglomeraciones urbanas tampoco. No consiguen, por sí mismas, retener ni convencer. Con soltura hay que armarse de valor, de razones, y de moral. Por todas partes apunta una respuesta: la necesidad de un rearme territorial de Galicia. No ser testigos sumisos del apagón.

*Arquitecto

Compartir el artículo

stats