¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Las culpas están repartidas. El PP se equivocó con su megarrecurso contra un Estatut aprobado en el Parlamento español y en referéndum en Cataluña, pese a la posición contraria -juntos y revueltos- de los independentistas de ERC y del PP. El Estatut decía que el pueblo catalán se considera una nación dentro de España (el artículo 2 de la Constitución solo admite el término "nacionalidad"), pero en todo caso siempre sería interpretado por un Tribunal Constitucional en el que el nacionalismo nunca tendría mayoría. Y se equivocó más cuando en sus cuatro años de mayoría absoluta no hizo nada para rebajar la tensión y abortar la incipiente rebelión catalana.

Y Rajoy tampoco ha estado fino ahora porque la mejor "operación diálogo" habría sido la incorporación a su gobierno de uno o dos representantes de la sociedad catalana (se habló de Joaquin Gay de Montellá, presidente del Foment, o de Antón Costas, del Círculo de Economía) que pudieran poner algodones en el conflicto. Pero Rajoy solo nombró ministra a Dolors Montserrat, una fiel diputada del PP, con escasa proyección y poca experiencia (metió la pata al sugerir que subiría el copago farmacéutico a los jubilados). Y la operación diálogo de Soraya se limitó a sendas entrevistas con Miquel Iceta (PSC) e Inés Arrimadas (C's) y a una conversación "franca y extensa" con Oriol Junqueras, vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC.

El Gobierno no se esforzó mucho, quizás porque intuía que Puigdemont solo quería el referéndum y cuando Rajoy -antes de la decisión de las CUP- declaró a Onda Cero que se podía hablar de todo pero nunca de referéndum ni de "pacto fiscal" (que Euskadi y Navarra tienen) ni de "nuevo Estatut", ya había concluido que la Generalitat seguiría y el Estado no podía ceder.