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Puñales podemitas

¿Saben el de los dos amigos que van por un camino y descubren un gorro de mariscal entre las hierbas? Uno de ellos se lo calza y dice: "Es curioso, de repente me han entrado ganas de tirar bombas".

Los inventores del experimento universitario conocido por Podemos se han puesto la gorra de dirigentes de un partido político y no han tardado nada en sentir deseos irrefrenables de apuñalarse. Pero como son nuevos en el oficio lo hacen de cara, a telón alzado y ante un público sorprendido [también lo hicieron así los socialistas, y son veteranos; en cambio Rajoy usa la daga sin que nadie se dé cuenta hasta que el cadáver flota en el Manzanares].

Las bicefalias no son fáciles de gestionar en política, un arte bélico que tiende al mando único, pero Trotski resistió junto a Lenin hasta la llegada de Stalin y Felipe González no echó a Alfonso Guerra hasta nueve años después de alcanzar el Gobierno, y aún con la ayuda del hermanísimo. Tal vez porque cada uno tenía claro el papel del otro. Eso no parece ocurrir en Podemos. Errejón quiere decidir las políticas que debe ejecutar Iglesias, y este prefiere desarrollar las suyas.

Podemos estalla cuando el objetivo todavía está lejos. Gobiernan alcaldías y participan en ejecutivos regionales, pero las elecciones de junio frenaron en seco las promesas del diciembre anterior. Se pelean por un poder que no ejercen. En realidad, se tiran a la cabeza el frenazo electoral, cuando sumaron a Izquierda Unida y perdieron votos. Tal vez por la alianza, tal vez por méritos propios: esta es la cuestión. O quizás sea tan solo el detonante, y la cuestión es que en la cumbre de una pirámide solo cabe un líder.

El concepto de centralismo democrático fue desarrollado por Lenin en "¿Qué hacer?" (1902) como forma de organización de los partidos revolucionarios. Consiste en que las bases eligen a una dirección y acto seguido obedecen ciegamente, con una disciplina militar. Ni que decir tiene que el comandante de tal ejército acrítico lo tienen fácil para retener el cargo por los siglos de los siglos. Estos días los "pablistas" critican a Errejón con el mensaje "debilitar al líder es debilitar al partido".

Y lo cierto es que la sociedad demanda partidos disciplinados y monolíticos. En las encuestas les pide democracia interna, pero en las urnas castiga a los partidos que debaten, es decir, "que se pelean". Véanse las expectativas de voto del PSOE tras el "debate" que descabalgó a Pedro Sánchez.

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