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Tribuna libre

Necesitamos soluciones, no agravios

El ministro de Fomento debiera saber que cargos como el suyo conllevan la responsabilidad de evitar inquietudes innecesarias a los administrados, que bastante tienen con las cuitas diarias como para dedicar tiempo y esfuerzos a cuestiones que daban por resueltas. Parece que no tenía aprendida esa lección, aunque esperemos que a estas alturas se la sepa de memoria para no volver a repetirla, al menos en lo que a las obras del AVE a Galicia se refiere.

Porque nos sobran elementos para la desazón y porque teníamos asumido que el AVE llegaría a Ourense en 2018, hemos saltado como impulsados por un resorte cuando a Iñigo de la Serna le dio por invitarnos a una reflexión pública sobre la idoneidad de gastar 600 millones de euros en la variante exterior de la línea de alta velocidad a la entrada de Ourense para ahorrar apenas 4 minutos en un viaje de Madrid a Galicia, cifras ambas falsas (la primera por exceso y la segunda por defecto), se supone que para incrementar el impacto de su mensaje.

El mismo día y al mismo tiempo, el ministro admitía con naturalidad que el Estado rescatará un lote de autopistas privadas en quiebra, negocio ruinoso cuyo agujero hemos de pagar todos los españoles, incluidos los gallegos y los potenciales usuarios del AVE de Galicia a Madrid. Bien podría haber abierto una reflexión sobre la conveniencia y las responsabilidades derivadas de decisiones sobre infraestructuras tan faraónicas como deficitarias, que nadie asumirá y quedarán impunes.

Esa razón, y otras muchas, abren la puerta a la legítima duda de si el ministro habló de lo primero para tratar de tapar en la medida de lo posible lo segundo. Menos mal que la contundencia de la respuesta desplegada desde todas las instancias y ámbitos de la sociedad gallega, con la Xunta y su presidente a la cabeza; Concello de Ourense, grupos políticos, empresarios, sindicatos, entidades públicas y privadas, junto con la sociedad de a pie, hicieron que en apenas unas horas Fomento rectificase al ministro -o el propio ministro se rectificase a sí mismo- asumiendo los compromisos y los plazos fijados por su antecesora en el cargo y su equipo, que fueron aceptados por todos.

Con la experiencia adquirida, la Administración Central no puede negar la alta velocidad a Galicia -que presta servicios también a Castilla-León y Asturias-, puesto que hacerlo sería consagrar el mayor agravio que pueda infligirse a un territorio a sabiendas. Cuando el AVE funcione a plenitud entre Galicia y la Meseta habrán transcurrido treinta años de la puesta en marcha de la primera línea entre Madrid y Sevilla. Todas las ciudades atravesadas por el tren rápido incrementaron su población y su economía mejoró de forma sustancial; con menos lapso de tiempo, ya se está comprobando la misma tendencia en las ciudades situadas entre Madrid y Barcelona, así como de Madrid a Valladolid.

En este contexto, no hay político o gobernante con autoridad moral para castigarnos de esa forma a los gallegos, pues bastantes décadas hemos aguardado pacientemente. Tampoco vamos a permitirlo, y desde aquí pido la articulación de mecanismos institucionales y ciudadanos no sólo para impedir cualquier veleidad de ese tipo, sino para urgir que se cierren a la mayor brevedad los problemas existentes y se le introduzca velocidad también a las obras. Bastante hemos esperado ya.

(*) Presidente de la Asociación de Empresarios del Polígono Barreiros.

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