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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Sobre un libro que perteneció a Cajal

La importancia del libro objeto de este suelto, más que en el autor y en el texto, está en el que fue su propietario, Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón, 1852-Madrid, 1934), y en las anotaciones autógrafas que dejó en sus guardas y en sus márgenes. El simple hecho de que el libro hubiese pertenecido a Cajal, gran figura de la medicina española y mundial, y el poder acreditarlo, le confiere indudable interés para cualquier bibliófilo. Pero, además, tiene el valor añadido de las notas escritas a mano por el que fue su dueño, y que reflejan que el profesor leyó el texto en su totalidad y de forma minuciosa. Así es, pues mientras lo leía, fue escribiendo reflexiones y juicios sobre su contenido que nos permiten adentrarnos un poco en cómo enjuiciaba lo allí vertido. Al mismo tiempo remarcó párrafos y líneas del volumen, que interpretamos corresponden a las partes o frases que le suscitaron mayor interés. El libro al que me refiero es Para una política sexual (versión española de la 17ª ed. francesa. Madrid: Ed. Colón; 1929), del que es autor el escritor y periodista francés Alfred Fabre-Luce (1899-1983), conocido por su tono polémico y "no conformista de los años 30".

El ejemplar llegó a mis manos como reciente obsequió de mi primo, por vía paterna, Mario Garazo Martinón, que se había hecho con él hacía poco tiempo. Mis lectores habituales saben de su generosidad y desprendimiento y que, al igual que el que les escribe, es coleccionista empedernido. Gracias a varios interesantes y singulares documentos y libros que me regaló Mario, he podido escribirles alguno de estos sueltos. En sus búsquedas regulares por El Rastro de Madrid, Mario se topó con este libro en un puesto ambulante y lo compró junto con otras cosas que habían pertenecido a Cajal. Según la versión de los mercantes, una nieta de Cajal llegó hace pocos meses a una tienda madrileña de "compro-vendo oro", comandada por ellos mismos, y le compraron documentos, libros y varios objetos de los que deseaba deshacerse y habían pertenecido a su abuelo. Entre todos ellos, figuraban uno de sus bastones y una de sus lentes. Ignoramos la certidumbre de este relato, pero las coincidencias de la descripción dada con la realidad son muchas, y es innegable la autenticidad de lo vendido. La última residencia del sabio Nobel, desde 1911 hasta su muerte en 1934, estaba en la calle Alfonso XII, número 64 de Madrid, un palacete que aún conserva las iniciales de Cajal. En su sótano, al que Cajal denominaba "su cueva", instaló su despacho-biblioteca y su laboratorio. Cuando ocupó su nueva casa ya tenía síntomas de enfermedad arteriosclerótica, que empeoraba con la elevada temperatura del verano de Madrid, por lo que durante el día huía del calor refugiándose en "su cueva". Allí trabajaba y leía, sin que nadie le importunase, y en las noches de verano subía a la terraza para contemplar el universo con su pequeño telescopio. Muy cerca, estaba el Instituto de Investigaciones Biológicas (en lo que fue Museo Velasco y hoy es el Museo de Antropología) que él mismo dirigía; el Parque del Retiro, por donde paseaba, resguardando la cabeza con una gigantesca sombrilla; el café Suizo, al que acudía de cuando en cuando, y la Cuesta de Moyano -"¡qué fácil la bajada; cuán lenta la subida!", en cuyas casetas adquiría muchos libros. Con toda probabilidad Cajal compró el libro que hoy comentamos en una de las casetas de Moyano y en "su cueva" lo leyó e hizo anotaciones manuscritas. La casa del investigador fue vendida a finales de 2015. Con esta venta se perdía la oportunidad de que albergara su museo. Sí queda en su fachada una lápida y un medallón de su busto que lo recuerda. Su legado estaba, y supongo sigue, repartido entre el Instituto Cajal, la Biblioteca Nacional, los herederos de Cajal y sus discípulos. Tal dispersión habrá incrementado con las ventas.

Mas volvamos al ejemplar del libro Para una política sexual. Puedo afirmar, hasta donde mis conocimientos me lo permiten, que las anotaciones manuscritas que en él figuran, se corresponden grafológica y grafonómicamente con la escritura de Cajal. Una escritura con inclinación dextrógira, predominio de curvas, vocales abiertas, disonancias, desproporciones, alteraciones de la presión y con una mezcla de evolución e involución gráfica. En su conjunto se ha dicho que expresan, concentración, minuciosidad, portentosa intuición y una personalidad "tenaz y perseverante". A su vez, como afirmó el periodista y grafólogo Arcadio Baquero Goyanes (1925-2005): "Todo el grafismo nos habla de una enorme bondad natural, de clara sensibilidad, y de mucha impresionabilidad y afectividad a flor de piel [?] sin lugar a dudas era una persona generosa con los demás, siempre dispuesta a realizar algún favor y que no concedía importancia al dinero?" Sin embargo, también se constatan algunos signos de deterioro en su caligrafía, expresión del inicio de la decadencia de don Santiago, reconocida por él mismo (El mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arteriosclerótico. Madrid: Ed. Tipografía artística; 1934). Cuando leyó el libro que comentamos tendría unos 68 años y la arteriosclerosis -que le había diagnosticado Nicolás Achúcarro-, ejercía su acción destructiva. Con el paso de los años la caligrafía de Cajal sería cada vez más irregular. Este aspecto puede comprobarse en las reproducciones facsimilares recogidas en el conocido libro de Pedro Laín Entralgo y Agustín Albarracín: Santiago Ramón y Cajal (Madrid: Ed. Labor; 1982). El menoscabo llega a ser tal que su escritura se hace prácticamente ilegible en la carta que, en octubre de 1934, dirige a su colaborador Jorge Francisco Tello. Entre las hojas del libro, Mario encontró otras evidencias, una tarjeta postal dirigida desde Hannover (Alemania) a su hijo más joven, Luis Ramón y Cajal Fañanás. También estaba una fotografía de época de un festival del "Círculo de la Amistad", lo que resulta paradójico con el pensamiento de don Santiago que aconsejaba tener muy pocos amigos, "uno, dos, tres pueden ser muchos". En primer plano aparecen unas niñas, ¿sus nietas?

El ejemplar está encuadernado en rústica con cubiertas de cartulina. En la cubierta frontal y en el lomo aparecen el título y el autor. En la cubierta posterior figuran la editorial, con su logotipo y su dirección, y su precio de venta: 5 pesetas. Su estructura es la habitual: guardas, portadilla, portada y página legal, a la que siguen un prólogo del propio autor, el texto y la bibliografía sumaria. El cuerpo de la obra está divido en siete capítulos.

Capítulo I. Malthus en 1930. De esta parte Cajal remarca dos párrafos en la pág. 37 que se refieren a la curva de defecto de la natalidad europea, cuyas modificaciones dice escapan al razonamiento malthusiano. El maestro replica: "Annie Besant con su libro de no concepción rebajó en 1888 los nacimientos".

Capítulo II. ¿Dónde encontrar nuevos franceses? Una sección está dedicada a la eugenesia norteamericana. En ella resalta párrafos de diferentes páginas. En la pág. 62 el autor plantea que el deplorable prestigio sexual de los esterilizados, convertidos en amantes seguros, puede llevar a que los hombres sanos reclamen esta irresponsabilidad garantizada. En la pág. 63, lo remarcado recoge la prohibición en algunos Estados del matrimonio entre personas de diferente color. Y Cajal añade en el margen: "Prohibición sexual entre razas". La pág. 64 habla de la posibilidad de ensanchar la esterilización por ciertas deficiencias inherentes a determinadas razas o pigmentaciones. Y Cajal advierte del riesgo, escribiendo en el margen: "Posibilidad de esterilizar judíos, negros y latinos". En la pág. 65 remarca, con inquietud, como en determinados cantones suizos, en Canadá y en Suecia se favorece la esterilización de numerosas madres de familia que significaban pesada carga para la asistencia. Finalmente, en la pág. 66 del capítulo, resalta las líneas que hacen relación a que los eugenistas franceses, llevados por el movimiento natalista, proponen ¡cuerpos de reproductoras voluntarias!

Capítulo III. En la entraña del problema. El texto en la pág. 109 habla del gran progreso de la vacuna de la tuberculosis, pero advierte de la mortalidad apreciable y persistente en los niños tratados. Y Cajal lo completa con un dato en España: "Da un 12% en los niños tratados en Dispensarios".

Capítulo IV. La violencia y la persuasión. En la pág. 116, ante lo que el autor llama confusión de la lucha antivenérea con la lucha contra la prostitución, Cajal recalca: "Con la abolición las enfermas ocultan su mal y no va a las estadísticas". En la pag. 117, al tratar la reglamentación de la prostitución, se afirma que sus adversarios dicen es ilegal, ineficaz e inmoral. Cajal añade: "Solo se averigua un 10% según Flexner". En la pág. 119 y sobre el abandono de reglamentación y represión de de la prostitución en diferentes países, Cajal escribe en el margen: "En algunos se ha recrudecido la sífilis". La pág. 23 expone los efectos de la prohibición de la prostitución. Sobre ello Cajal apostilla: "En Estados Unidos la prohibición de la prostitución como la del alcohol no ha hecho sino encarecer el vicio, accesible solo para ricos". La pág. 132 dedica una sección al certificado prenupcial (certificado médico, vigente en algunos países, de que los futuros cónyuges no padecen alguna enfermedad crónica o incurable, contagiosa o hereditaria que pueda ser impedimento para formar una familia sana), que tacha como ineficaz y peligroso, algo que Cajal hace suyo: "Peligros del certificado prenupcial". El autor de libro, Alfred Fabre, escribe de forma textual: "Reclamado en el momento del matrimonio, podría señalar el signo engañoso de una curación superficial o dejar de registrar un mal ya incubado como consecuencia de una alegre despedida de soltero".

Capítulo VI. Un escándalo y Capítulo VII. El verdadero enemigo. Ningún comentario ni acotación hace Cajal. Nunca sabremos si no llegó a leerlos o simplemente no le llamaron la atención, lo que es lo más probable. Se trataba de un ejemplar intonso, al que le han "cortado las barbas" en todas las páginas de una manera descuidada, ¿la mano temblorosa de Cajal?

No voy a hacer ninguna crítica ni juicio sobre las anotaciones de Cajal, que no fueron escritas pensando en ser publicadas, porque no eran más que meras reflexiones y acotaciones personales de un lector.En cualquier caso, para finalizar, a modo de conclusión final en su cubierta, debajo del título, don Santiago dejó, de su puño y letra, un comentario global peyorativo: "De higiene sexual más que otra cosa. Aburrido y mal traducido".

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