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De mesa en mesa y tiro...

Gocé o sufrí la suerte de ser invitado u organizador de seis comidas en una semana

Podría decir, según sea positivo o negativo, que gocé o sufrí la suerte de ser invitado u organizador de seis comidas la pasada semana, porque ir a tantas es una pesadez, pero peor es no tener ninguna a la que ir. No me olvidaré jamás de la de Vigueses Distinguidos en la que, siendo yo el único que no porta tal distinción del pueblo, consideraron los elegidos hacerme una. Allí cené entre 50 y en mi mesa el placer de mis amigas Mary Quintero y María Teresa Ayala, a mi frente el alcalde Caballero (que confesó lo que gozaría si le nombraran arzobispo) y a mi derecha el concejal Manel Fernández. Eso sí, sobrevivo a tanta comida porque en todas como menos de lo justo y bebo aún menos, y así tiene que ser porque hoy que empieza otra semana (escribo en lunes) tengo en El Corte Inglés comida con Pepe Solla y mañana martes (hoy para vosotros) tengo otra que por no apuntarla no recuerdo con quién, pero ya llamará si lee esto para recordármelo. En fin, que uno no para, y aparte de la del lunes y martes busco modo de comer con mis dilectos Alfonso Á Alvarez Gándara y Toya Canella, y me siento frustrado por no coincidor en fechas con la de Alfonso Paz Andrade y Elisabeth Taylor, de cuya casa y hospitalidad tengo tan buen recuerdo.Eso sí, queda la obligatoria cena del sábado, ineludible para cantar villancicos al Niño Dios.

La merluza de Casa Luz

Tampoco me olvido de la comida que tuve el domingo en Casa Luz, ahí en un octavo piso cerca del Bahía, con el mar entrando por la ventana desde Cíes a la Guía. Luz nos puso unos percebes y centollos capturados a buen precio porque ella es ahorradora, y luego una merluza a la vasca, receta de su abuela heredada por su madre y luego por ella, que merecería un premio por su sabor altamente distinguido. Comer con el mar a la vista debería tener importante recargo pero la anfitriona no nos lo cobró, y en realidad tampoco la comida y ni siquiera la música del piano de la vecina de al lado. Pero Luz lo hizo todo al modo clásico y de lujo, de modo que cubertería, jarras y fuentes eran de plata porque, si lo había heredado de tiempos antiguos, ¿por qué no poner lo mejor a los buenos y pobres amigos? Bueno, debo decir que no debéis intentar localizar Casa Luz para comer porque era la casa de Luz María Durán, que no es un bar.

Viva o Tecido Crú

Tras comer en Casa Luz me di un paseo digestivo por la Estación Marítima y los stands navideños que allí ponen cada año y visité luego en la Plaza de la Constitución la exposición Tecido Crú II comisariada por Lola Dopico y Cristina Varela que tenéis en la Casa Galega da Cultura. Es una pequeña maravilla, un acto de creación despampanante solo a partir de lienzo blanco, realizado por alumnas de la Escuela Superior de Diseño y Moda de Pontevedra. Treinta piezas, dieciséis alumnas que merecen aplauso. Visitadla.

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