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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Amenazar con las elecciones

Mariano Rajoy se despidió con estas palabras: "Hasta dentro de muy poquito"

En esta época del año, próxima a la Navidad, se ha hecho costumbre reunirse a comer con amigos o compañeros de trabajo. La gente está contenta ante la perspectiva de que los días empiecen a ganar horas de luz, algunos afortunados han cobrado la paga extraordinaria, y hay ganas de celebrar el cíclico acontecimiento. A esa clase de eventos, los romanos antiguos les llamaban fiestas saturnales porque se hacían en honor al dios Saturno, y aquí y ahora les llamamos comidas de empresa. Pues bien, a los postres de una de esas multitudinarias comidas de empresa con militantes del PP de Madrid (al fin y al cabo el PP es una empresa con mucha gente en nómina) don Mariano Rajoy, que es el jefe supremo de la entidad, se despidió de la concurrencia con estas enigmáticas palabras: " Hasta dentro de muy poquito y ya preparando las próximas elecciones". Y luego remató con estas otras: "Vamos a hacer las cosas bien para sumar muchos más españoles a nuestro proyecto, porque a los adanes de nuevo cuño cuanto más se les conoce, menos votos van a tener en el futuro".

En algunos sectores de la oposición (PSOE, nacionalistas catalanes) se interpretó ese discurso como una amenaza de convocar elecciones si no había apoyo mayoritario a los presupuestos generales del Estado, mientras que en otros (Ciudadanos, Podemos) se les quitó importancia. Una actitud, esta última, con la que coincidió la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que la atribuyó al cansancio y a la hora. " El presidente -dijo- es un hombre más de desayunos que de cenas".

Un aspecto de su personalidad muy a tener en cuenta a partir de ahora porque si promete alguna cosa antes de las diez de la mañana hemos de creer que está hablando en serio, pero si la promete pasadas las siete de la tarde nos situaremos ante un margen de desconfianza creciente. Y ya no digamos si lo hace después de las diez de la noche. Entonces, hemos de creer que nos está tomando el pelo. Interpretar a Rajoy, no siendo de Pontevedra, es un ejercicio complicado, porque el presidente gusta de utilizar, a su conveniencia, el doble lenguaje y la ironía para despistar a sus oponentes, y yo me inclino a creer que esa fue su intención a los postres de la cena en Torrejón y no la de amenazarlos con una próxima convocatoria electoral. Entre otras cosas porque una nueva llamada a las urnas no puede ser nunca interpretada en una democracia como una amenaza. Otra cosa muy distinta es adivinar a quién favorece. Y en ese punto, yo creo que Rajoy ha sido muy hábil al introducir en el debate político la idea de que esa circunstancia favorecería inevitablemente al PP, porque el PSOE está sin candidato y sin programa y Podemos anda entretenido en una disputa por el liderazgo, que los medios adictos a la causa gustan de presentar como un duelo casi fratricida. En cualquier caso, es curioso observar el giro que ha dado la derecha española respecto de las elecciones. Pasó de manipularlas a conveniencia durante el siglo XIX y parte del XX, a aborrecerlas y hasta prohibirlas durante la larga dictadura. Y ahora a amenazar con ellas (para ganarlas, claro).

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