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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Más penitencias para España

Fiel a sus tendencias sádicas, el Fondo Monetario Internacional acaba de recomendar que suba el IVA y baje el gasto en escuelas y hospitales para que España entre definitivamente en la senda de la virtud. Menos mal que los jerarcas del Fondo califican de "impresionante" la recuperación económica del país y de "vigorosa" la creación de empleo. A saber la penitencia que nos impondrían si las cosas no marcharan tan estupendamente como dicen.

El FMI no es una versión financiera de Dios, pero aun así actúa bajo los principios del pecado y el castigo propios de la religión. A veces sus dirigentes son gente libertina como el francés Dominique Strauss-Kahn, famoso por su afición a las señoras; pero ello no impide que inviten a los demás a flagelarse la carne. Convencidos de que los trabajadores han venido a este mundo a sufrir, los gerifaltes del Fondo no paran de adjudicarles toda suerte de penitencias.

Esta vez la han tomado con el IVA, que es impuesto multitudinario al que nadie puede sustraerse: ni siquiera cuando toma un café. Se trata de una de las muchas variantes de expiación que el organismo dirigido por Christine Lagarde -señora de arquitectura filiforme- guarda en su amplio fondo de armario. Dentro de lo que cabe, es una penitencia llevadera.

Peor fue cuando el FMI le impuso al Gobierno de España rebajas de sueldos y pensiones, junto a mayores tributos y facilidades para el despido. Las recomendaciones empezaron a aplicarse en la época de Zapatero hasta alcanzar su apoteosis bajo el mandato de Rajoy, lo que demuestra la imparcialidad ideológica del Fondo.

En materia de castigos, al FMI le da igual ponerle deberes a los socialdemócratas que a los conservadores. E incluso a los rojos más declarados, como bien sabe por experiencia el primer ministro griego Alexis Tsipras, que no para de recortar derechos, subir tasas y vender patrimonio.

Todo esto lo hace el Fondo por el bien de los ciudadanos a quienes solo en apariencia se propone castigarles el bolsillo.

Como un Dios colérico del Antiguo Testamento que quisiera poner a prueba a sus fieles, el FMI impone penitencias a los pecadores -que somos todos- con el mejor de los propósitos. El documento fundacional de la organización dice, sin ánimo de bromear, que sus objetivos son la "mejora de los niveles de vida" y la "reducción de la pobreza" en el mundo. Un programa que podría suscribir cualquier ONG.

Sorprenderá tal vez que el método de elección para acabar con los pobres consista en subirles los impuestos, bajarles el sueldo y facilitar su despido; pero ya se sabe que los caminos del FMI, como los del Señor, son del todo inescrutables.

Al destituido Strauss-Kahn se le acusó en su día de gastar mano larga con las damas, costumbre que sin embargo practica el FMI sin distinción de sexos en todos aquellos países a los que tiene bajo vigilancia. Para ello dispone de unos enigmáticos señores vestidos de negro que se encargan de magrearles las cuentas a los Estados pecadores de este mundo.

Parecería normal que a unos gobiernos tan aplicados como los de España se les premiase en esta ocasión por las buenas notas de su PIB; pero qué va. Insaciable en sus exigencias, el Fondo de Lagarde ha decidido imponer nuevos sacrificios a los españoles. Este país de penitentes lo aguanta todo.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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