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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El hastío

Una de las características más comunes de la estrategia sindical en los últimos años -incluso antes de la crisis- consiste -según la opinión personal de quien escribe- es la de que exhiben, en general, una bastante mayor flexibilidad ante las empresas que ante los gobiernos. Y, en relación a estos, mayor paciencia con los de izquierda, aunque eso no impidió que a Felipe González y al PSOE los "castigasen" tanto o más que a Aznar. Verbigratia.

Los motivos de tan extrañas conductas son múltiples, pero en general podrían agruparse en dos grandes grupos. El primero se resume en que las centrales conocen mucho mejor las estructuras de las empresas que las de la gobernanza política, y en consecuencia saben medir en la privada hasta dónde pueden tirar para no romper el tenderete. Aun así ha habido empresas llevadas a la bancarrota por no saber, los sindicatos, frenar a tiempo las movidas o por la necedad de los patronos al empecinarse en posturas que sabían que no llevaban a ninguna parte.

El segundo punto se refiere sobre todo a la política. Porque si bien es cierto que los sindicatos no ignoran los vericuetos administrativos, no lo es menos que su actitud y sus objetivos tienen a menudo más de militantes de partido que de trabajadores stricto sensu. Con la excepción de alguna central específica, como la CSIF, las demás se califican como "sindicatos de clase".

O sea, que al igual que hace cien años y como si los conceptos no hubiesen ya evolucionado tanto que los de hogaño se parecen a los de antaño como un huevo a una castaña, fundamentan su estrategia "a la antigua". Y aún siguen manejándose así porque aquellas ideas encajan mejor en sus esquemas, sobre todo los de orden general, que cualesquiera otros.

Claro que, para no pocos analistas, la aún menor paciencia sindical frente a los gobiernos conservadores se basa en su íntima relación -pese a que ya no se les obligue a la doble militancia- entre las centrales y los partidos. Aparenta menor de lo que es, además de por lo expuesto, por la significativa reducción de sindicalistas como tales en las listas electorales, pero eso no excluye una conexión de fines, de tiempos y de métodos.

Es cierto que no escasean también las diferencias. Sobre todo una: los sindicatos, en general, quieren movilizar a su cada vez más escasa hueste con argumentos que ya no se creen ni sus jefes. Por ejemplo el de que sus "movidas" -como las convocadas para hoy mismo- son "apolíticas" , cuando el más lelo sabe que es falso. Por eso, y por el hastío de la ciudadanía, suelen fracasar las convocatorias y han de medirse con la "aritmética parda".

¿No...?

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