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Javier Cuervo.

Un millón

Javier Cuervo

El reto de la siesta

En la rutina también caben objetivos modestos como dejase caer en una siesta de sofá después de comer, un reposo de 20 minutos que se regula solo, llega puntual y se va oportuno. Pero los objetivos modestos han de enfrentarse a objetivos mayores como los que se marcan las empresas de comunicación, financieras y aseguradoras para fin de año. Los objetivos de empresa son muy subjetivos.

-Este año facturaremos X por ciento más.

-Pero si somos Y menos.

-Le falta implicación en los objetivos de empresa, señor Z.

Los objetivos son siempre crecientes, llueva o haga sol, y eso hace que, más que subjetivos, sean arbitrarios. Se marca una cifra y ella misma provoca la escalada de hielo de los cálculos. Y todo esto sucede mientras uno sólo pretende dormitar un cuarto de hora, antes de seguir atendiendo los objetivos de la empresa donde trabaja.

Los objetivos son anuales y a estas alturas entra la prisa por cumplirlos, aunque sea imposible. Las empresas apuran a los cómitres, que azuzan a los galeotes y por eso las llamadas telefónicas al fijo y al móvil decapitan las cabezadas en estas fechas en las que la gente no tiene necesidad de sestear sino de suscribir un nuevo seguro de vida, hacer una aportación extraordinaria a un fondo de algo, cambiar de modelo de móvil o de oferta telefónica o de compañía de telecomunicaciones. Las empresas tienen que alcanzar sus objetivos, no pueden dormirse y los consumidores tampoco.

Estos días, arrancado abruptamente de la molicie, se conocen las voces de algunos de los nuevos contratados para la campaña navideña de los que alardea el Gobierno y se ve que el país funciona, tiene unos objetivos que cumplir, me cago en su madre. Y, dentro de la dinámica, la lógica y la retórica empresarial, conviertes la siesta no en un objetivo modesto sino en un ambicioso reto.

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