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Joaquín Rábago.

El oligarca de la Torre Trump

Cuentan los cronistas del imperio que Donald Trump está casi recluido estos días en la torre neoyorquina que lleva su nombre, donde recibe a los aspirantes a formar parte de su equipo.

Algunos tienen que hacerse perdonar antes por "el Donald" porque le denostaron cuando era solo un advenedizo a la política y jamás creyeron que pudiera llegar a donde finalmente ha llegado.

Otros, a juzgar por sus biografías como la de su principal estratega, Steve Bannon, parecen sacados de algún museo de los horrores ideológicos.

Uno se imagina a Trump examinando con gesto de autócrata a todos esos aspirantes a servirle como examinaba a los participantes en su programa de telerrealidad "El Aprendiz", que acababa siempre con su famosa frase: "Quedas despedido".

No me ha acercado nunca, como hacen ahora tantos curiosos, a la Torre Trump, donde reside el multimillonario de la especulación inmobiliaria junto a su tercera esposa y su hijo de diez años, que tiene, angelito, toda una planta para él solo.

Pero basta con ver las fotos que se han publicado de su lujoso interior para percatarse de que su propietario tiene gusto de oligarca de Asia Central.

Y como cualquiera de esos autócratas de Kazajistán, Uzbekistán, y países del estilo, no parece que Trump sea demasiado proclive a trazar una clara línea divisoria entre la política y los negocios familiares.

Entre otras cosas porque es difícil saber dónde acaba la marca y donde empieza el hombre Trump: ambos están indisolublemente ligados.

No parece que los conflictos de intereses que se presenten vayan a preocuparle en exceso. "Así nacen las oligarquías", comenta Tony Schwartz, el periodista que le ayudó a escribir "El arte de la negociación", libro de cabecera del trumpismo.

Según un diario argentino, cuando el presidente de ese país, Mauricio Macri, llamó a Trump para felicitarle por el triunfo, este le pidió autorización para construir un edificio de oficinas en Buenos Aires.

Parece un chiste, y ambos políticos lo negaron, pero según algunos medios, poco después de que se publicase la noticia, se supo que el proyecto en cuestión podría llevarse a cabo.

También se ha sabido que Trump aprovechó una entrevista con el impulsor del "Brexit", Nigel Farage, para pedirle que influyera en contra de la construcción de un parque eólico cerca del campo de golf que el empresario tiene en Escocia.

El más de un centenar de firmas que forman parte de imperio Trump hacen negocios en cerca de una veintena de países, con los que tendrá que tratar como estadista en el futuro.

Y si bien es cierto que un congresista estadounidense tiene prohibido votar en cualquier asunto donde pueda haber un conflicto de intereses, esa prohibición no parece aplicarse al ocupante de la Casa Blanca.

Trump quiere encomendar su imperio mientras ocupe la presidencia a sus tres hijos mayores, Donald Jr, Ivanka y Eric, algo que debe de parecerle totalmente "kosher", como diría su yerno judío, que es también su asesor. Al final, todo queda en casa.

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