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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

En memoria de una catástrofe

Parece que fue ayer pero han pasado diez largos años de la peor catástrofe que sufrió Vilagarcía en el último siglo. Aquel 27 de noviembre de 2006, una eterna tromba de agua, de más de 70 litros, convirtió la ciudad en una piscina en la que hasta los patos de O Con conocieron la plaza de Galicia.

La imagen parece simpática pero al día siguiente se comprobó el rastro del horror, afortunadamente solo material, con un coste de 28 millones de euros, es decir más que el presupuesto de la ciudad de todo un año.

Son las pérdidas de un solo día, sin olvidar la angustia que tuvo que sufrir un ciudadano que durante horas quedó atrapado en un ascensor y que le salvó la providencia cuando ya había dado algún sorbo de agua y sus esperanzas habían llegado al límite.

La fecha, por tanto, obliga a una reflexión pues en una década poco se ha hecho para prevenir una situación parecida en la localidad. Cierto que se renovaron algunos tramos de tuberías en Rosalía de Castro o recientemente en la Glorieta de la Marina Española y que las tragantes se han limpiado un poco más que en aquel negro 2006.

Pero Vilagarcía es una ciudad con sus peculiaridades. Obviamente ahora es imposible elevar su nivel freático tras haber robado una gran extensión al mar con los millonarios rellenos. Y tampoco es sencillo frenar los efectos de los incendios en Xiabre que provocan arrastres a las zonas bajas y consecuentemente a los ríos como el de O Con.

Con todo deben buscarse soluciones técnicas para mitigar el problema y evitar que O Con desborde y baste a las autoridades la excusa perfecta de la superluna.

Vilagarcía necesita un proyecto serio y actuaciones inmediatas y que el gobierno exija a las demás administraciones que intervengan para mejorar la red de pluviales y fecales, para liberar el cauce de los obstáculos que encuentra a su camino, y frenar los arrastres que impepinablemente llegan tras la otra gran lacra medioambiental derivada de los incendios.

Pero para ello hace falta ponerse a trabajar en asuntos serios. Es decir priorizar para evitar que en vez de bicicletas los ciudadanos tengan que alquilar canoas para disfrutar del remo en la céntrica Rey Daviña.

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