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Francisco García.

Lo que hay que oír

Francisco García

Mis papás juegan conmigo porque no tengo deberes

Argumentos en contra de algunas disparatadas propuestas de los prohuelguistas

Continúo metiendo la cuchara en esta polémica sobre si deberes para casa sí o no. Dicen los prohuelguistas que las tareas escolares impiden a los padres y madres disponer de tiempo para hacer actividades igualmente educativas con sus hijos e hijas, cercenándoles las horas familiares que les corresponden. Caramba. Propongo, por la misma disparatada razón, inmediata huelga de profesores, pues se llevan a casa a diario exámenes que corregir, actividades que revisar, programaciones que cuadrar o ejercicios que disponer para el día siguiente, arruinando así su vida familiar. Llevémoslo al absurdo: propongo huelga filial contra los padres, ya que con tanto cocinar, lavar, fregar y planchar en casa no pasan el tiempo encarantoñando al chiquillo. Demagogia palmaria que apela a lo emocional o porque apela a lo emocional. ¿Quién va a estar en contra de la idílica imagen de mamá y papá departiendo, jugando y riendo con sus hijos gracias a que ya no tienen deberes para casa las criaturas, que era, al parecer, lo que quitaba tiempo? ¿Se cortan los deberes de cuajo y brota al punto la armonía paternofilial con miles de horas libres para vivir todos en los mundos de Yupi? Seamos serios: los deberes del cole no solo no restan nada a la vida familiar sino que forman parte de la misma. El tiempo de estudio del chaval en casa es, precisamente, un estupendo cimiento sobre el que construir una vida familiar en la cual se vea que cada uno contribuye al bien común compartiendo el trabajo que mejora al grupo: pasando la mopa, resolviendo juntos raíces cuadradas, recogiendo la mesa o charlando en paz.

En segundo lugar, sostienen los contradeberistas que las tareas fuera del horario escolar generan desigualdades entre los estudiantes, pues benefician a la clase de buen nivel cultural o económico y perjudican a los desfavorecidos de la fortuna. ¿Por qué? ¿Vivir envuelto en Mozart y Cervantes en casa ya garantiza el éxito escolar? ¿Te aboca su ausencia a un irremediable fracaso? ¿Contratar a una muchaca que haga los deberes del crío no es perverso y perjudicial para su formación? Tengo para mí que los deberes benefician a quien desee educarse en el trabajo autónomo y la reflexión sobre lo aprendido en el instituto. Y, sobre todo, basta ya de creer que los profesores son una banda de sádicos que mandan para casa trabajos hercúleos, ciclópeos o imposibles. Si así fuese, ya existen mecanismos correctores suficientes (de ellos hablaré) para subsanar el abuso.

En tercer lugar, los promotores de la huelga critican la excesiva regulación del tiempo libre que suponen los deberes escolares, causantes de que niñas y niños no descansen en sus días libres. ¿Los deberes o el exceso de deberes? ¿Una horita de repaso o el desmán desproporcionado de un profesor desquiciado que cree que su asignatura es la única y cuyo delirio, insisto, se debe y puede corregir? ¿No serán acaso las agobiantes actividades extraescolares a las que los papás apuntan con grande inconsciencia a sus niños las que en no pequeña medida trastornan la vida familiar, impiden el dicho trabajo autónomo y reflexivo y enloquecen al muchacho con baile regional danés a las cinco, alfarería inca a las seis, levantamiento de piedras a las siete y cántico coral gaélico a las ocho?

Advierte la Ceapa, por último, que la sobrecarga de trabajo puede provocar rechazo hacia el aprendizaje. Vuelta la burra al trigo: dígase no a la sobrecarga y sí a una tarea escolar racional para casa. El aprendizaje es mucho más que memorizar una serie de datos, dicen. Debe ser integral, dicen. Pero ¿de verdad creen que hoy se sigue pidiendo en Primaria y Secundaria que los niños aprendan en casa la lista de los reyes godos o los afluentes del Ebro? Tal parece que se les ha pasado el arroz sobre lo que se cuece en las aulas hoy. Mi modesta solución, la semana que viene, aquí mismo.

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