Pues la verdad es que, dicho con el máximo respeto a que -dentro de la ley- cada cual haga de su capa un sayo, le sería muy útil a Podemos Galicia que decida qué quiere ser de mayor. Y que lo haga cuanto antes no sólo para de ese modo clarificar el panorama electoral en su día -probablemente la cita más próxima será la municipal, en poco más de un par de años-, sino también para plantearle a sus votantes una oferta inteligible.
Viene a cuento la cuestión que se plantea no por un deseo de injerencia en asuntos -por ejemplo el de cambiar su status y relaciones actuales donde está- que competen a ese partido y sus militantes y asociados, sino por el hecho de que su confusión organizativa le ha costado votos -y el efecto es medible aunque la causa se discuta-, y ya aconsejó el viejo refrán que cuanto menos bulto más claridad, virtud esta aconsejable en materia electoral.
Conste que no es este un asunto menor, ni en su exposición ni en sus consecuencias. Porque no se trata de reclamarle a la señora Santos que le prometa a sus seguidores gallegos mejor sanidad o más cultura y empleos dignos, que también. Habrá de presentar un modelo viable de país, compatible con los de su entorno, a la vez que una fórmula de encaje con el resto de la obra que encarna Pablo Iglesias y que no nació como partido federal.
Dicho eso, conviene añadir que Podemos Galicia habrá de mostrar también un modo de gobernar que merezca la confianza de los ciudadanos, y eso no se improvisa ni se consolida con oscilaciones continuas de propuestas e imagen. Y en Ferrol, Santiago y A Coruña no parece que la percepción que marcan las encuestas resulte, a casi media legislatura local, precisamente positiva.
Se pueden citar otros ejemplos que parecen indicar inseguridad acerca de su modelo. La decisión de integrarse o no en el partido instrumental de En Marea, por ejemplo, y ahora las dudas acerca de si ha de seguir el esquema del PSOE y el PSC, a pesar de que atraviesa uno de sus peores momentos y los propios socialistas no acaban de resolver el mejor método para arreglar sus problemas.
Es verdad, por supuesto, que buena parte de sus cuitas se derivan de su poca experiencia y rápido crecimiento, y que esos males se agravan en política al hacerse visibles en el Parlamento, escaparate de la confrontación con otras organizaciones. Pero también lo es que la maduración necesita tiempo, y en la vida pública lo más frecuente es que no lo haya o no lo conceden los rivales. Pero forma parte también del juego y hay que saber adaptarse si se quiere sobrevivir y llegar a gobernar un país.
¿No...?.
