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El fundamentalismo mas devastador

El "fin de la historia" que Fukuyama dedujo de una "imperturbable victoria del liberalismo político y económico" ya es una tesis caduca. En plena crisis mundial (2011) apareció el libro Cómo cambiar el mundo, del muy respetado historiador marxista Eric Hobsbawn, en el que afirma: "Puede que no esté en el horizonte un sistema alternativo sistemático, pero la posibilidad de una desintegración, incluso de un desmoronamiento, del sistema existente ya no se puede descartar. Ninguna de las partes sabe qué sucedería o podría suceder en este caso". Y concluye con este pronóstico: "El liberalismo político y el económico, separados o combinados, no pueden proporcionar la solución a los problemas del siglo XXI".

Fukuyama se equivocó al confundir el final con una simple fase de la historia. No muy larga, por cierto. pues comienza en 1980 y expira en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers y el tsunami de sus efectos en todas las economías del mundo libre. La oportunidad de un reequilibrio está siendo despreciada por el liberalismo económico y servilmente boicoteada por el político. Los beneficios del primero aumentaron exponencialmente a costa de la credibilidad del segundo en la espiral del paro, la pobreza, los salarios-basura y el paroxismo de la desigualdad. Ni el devastador "fundamentalismo de mercado" fomentado por Reagan y Thatcher pudo soñar con esta consagración, que ciega el futuro si no afronta una enérgica política redistributiva y un pacífico cambio de sistema.

Es muy probable que Hobsbawn entendiera la decadencia de la Unión Europea, el Brexit, Trump, los populismos de ultraderecha, la xenofobia y el odio al diferente como señales inequívocas del derrumbamiento neoliberal. No ha llegado a ver el apogeo de estos fenómenos, pero no es menester mucha ciencia para admitir que no propician el rearme de los derechos humanos, sino al contrario. La globalización está siendo cuestionada, o repudiada, por su desviacionismo en favor del poder económico. "Ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx", decía el historiador como colofón de su último libro. Pero lo que necesita el mundo no es tanto doctrina como sentido común e instinto de supervivencia.

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