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Manuel Campo Vidal

Hay dos PSOE, dos Podemos y... dos Felipes

Como si no fuera compleja la política española, casi todo parece dividirse ya dramáticamente en dos: desde el PSOE a Podemos pasando por la doble imagen que proyecta un líder histórico como Felipe González. Puestos a mirar por el microscopio político, hasta se adivinan dos bloques en el PP, los inmovilistas y los renovadores, pero la permanencia en el poder emborrona la visión de esas dos corrientes. Y donde no hay dos, como en Ciudadanos, aparece Carolina Punset tentada de plantarle cara a Albert Rivera por la sensibilidad "regionalista" que muestra, por ejemplo, Inés Arrimadas en Cataluña. Podríamos seguir enumerando divisiones, porque la población catalana está partida en dos mitades sobre la independencia. Esto último, sin duda, lo más grave.

Pero lo más urgente ahora es cómo solucionar la profunda división socialista al término del mandato de Pedro Sánchez dado que el PSOE es columna fundamental del régimen democrático actual. También existen dos almas en Podemos, como reconocen sus dirigentes, y hasta se enfrentan electoralmente, lo que acaba de suceder en Madrid, pero hay serias dudas de que Iñigo Errejón se presente contra Pablo Iglesias en el congreso de febrero. Y, en cualquier caso, son dos fracciones con líderes asentados, lo que no ocurre en el PSOE donde una mitad está a la espera del desembarco de Susana Díaz, que no acaba de llegar, y la otra ya empieza a dudar de que Pedro Sánchez sea la opción ideal, pero no tiene recambio. Consta que dudan, todavía no públicamente, Miquel Iceta y algunos destacados firmantes del documento que exige un congreso urgente. Han buscado a Josep Borrell, que no acepta porque sabe cómo se las gasta el aparato y porque bastantes problemas tiene ya por lo de Abengoa. Y no les convence la opción de Patxi López, al que no perdonan su abstención en la investidura.

Cuando se producen esas situaciones dramáticas -para un partido y para un país- sólo queda el recurso de mirar a los referentes, pero el natural e histórico, Felipe González, también ofrece dos versiones: una cara, la de hombre de Estado, todavía admirado en América y en Europa, capaz de convocar a una treintena de dirigentes e intelectuales, como el escritor italiano Roberto Saviano o el cineasta alemán Win Wenders, para reclamar con urgencia una reacción europea tras el Brexit y la victoria de Trump; la otra, la del militante que se enreda en la batalla fratricida del socialismo español aporreando a Pedro Sánchez. Eso de que "Sánchez no tiene más de media hora de conversación sobre España", que le atribuye una revista francesa, y lo de que "lo hizo lo mejor que sabía, sólo que no sabía", disparado en un acto del Grupo Joly en Sevilla, irrita a los seguidores del secretario general defenestrado pero también decepciona a muchos otros. Con esa actitud beligerante, González deja huérfana a gente ilustrada que sigue admirando al Felipe original pero que se desconcierta con el que es capaz de prestarse a una entrevista en la Ser para servir de asonada contra el todavía secretario general votado en un congreso. La emisión de esa entrevista recordó a la canción prohibida Grandola Vila Morena que, cuando sonó en la Radio Nacional Portuguesa, puso en marcha la Revolución militar de los Claveles en Portugal. Solo que aquí se trataba de asaltar la sede de la calle Ferraz. Al tomar partido Felipe, legiones de votantes socialistas sólo divisan en el horizonte la abstención, a su pesar, o quién sabe si por exclusión, la candidatura de Albert Rivera, siempre que se asiente en esta convulsa legislatura como una fuerza reformista y constructiva.

Al fondo de este delicado panorama, asoma un debate y un riesgo inquietante: los que quieren romper el régimen constitucional del 78, es decir Unidos Podemos y nacionalistas, y el temor a que vuelva la España pesimista y ensimismada de1898, tras la pérdida de Cuba y Filipinas. El Rey Felipe lo advirtió así en su discurso del jueves en las Cortes. Y no le falta razón.

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