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Trump y África

La victoria de Trump en las elecciones estadounidenses está preocupando, como en el resto del mundo, al continente africano. Las preocupaciones se centran en varios aspectos relacionados con el comercio y la inversión, el cambio climático, la ayuda humanitaria, la lucha antiterrorista, los derechos de las mujeres y el presumible desinterés por África (que apenas ha sido mencionada en su campaña, aparte de denigrar a los afroamericanos).

La defensa proteccionista de la economía norteamericana podría reducir el comercio con África, en opinión de muchos analistas. Este es el caso de la renovación -que podría frustrarse o boicotearse por la nueva administración- del acuerdo comercial llamado para "el crecimiento y la oportunidad", que permite a los países subsaharianos exportar a EE UU sin impuestos en fronteras. Este acuerdo expira en 2025, pero la renegociación del mismo está ahora mismo en marcha. Una incertidumbre muy seria, teniendo en cuenta las posiciones aislacionistas, contra el libre comercio y la inversión entre países, del vencedor en las elecciones del pasado 8 de noviembre.

También se comenta por parte de algunos analistas que la presidencia de Trump podría reforzar las posiciones conservadoras en el seno del Fondo Monetario Internacional dificultando el acceso al crédito de los países africanos destinado a la provisión de servicios sociales básicos.

Se afirma asimismo que el cambio climático en África, que actualmente está sufriendo una sequía grave y destructivas inundaciones, provoca que al menos 40 millones de personas necesiten asistencia humanitaria de emergencia en los próximos meses, de acuerdo con declaraciones recientes de Naciones Unidas. Los recortes en esta materia afectarían muy negativamente a la lucha contra el sida y la malaria, enfermedades muy extendidas por estas tierras subsaharianas. No parece haber razones para pensar otra cosa, teniendo en cuenta las declaraciones de Trump acerca del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, del que dijo literalmente que es un "timo"' y una "mentira", y prometió recortar "todos los gastos en cambio climático, que son un desperdicio".

Las declaraciones de Trump sobre la necesidad de matar a los familiares de los terroristas dejarían la puerta abierta a la ofensiva indiscriminada contra objetivos civiles, y el espacio abonado para un reclutamiento terrorista creciente entre los afectados. Es elocuente, en este sentido, la bienvenida dada a la victoria electoral de Trump por parte de los gobiernos de Burundi y Sudán del Sur -ciertamente, no muy respetables para la comunidad internacional-, al sentirse libres de la presión ejercida hasta ahora por la falta de respeto a los derechos humanos.

La incertidumbre se extiende al apoyo político, económico, financiero y militar que los EE UU dan en África occidental -Nigeria, Camerún, Chad, Níger y Benin- a la lucha antiterrorista contra Boko Haram. Este apoyo podría verse comprometido. Porque, cuando el semanario "Newsweek" contactó con Trump durante la campaña para preguntarle sobre esta cuestión, la respuesta fue el silencio.

Las posiciones de Trump sobre los derechos de las mujeres podrían tener consecuencias en África, donde hay líderes -como el de Uganda- que se oponen al respeto de sus derechos. La señora Ellen Johnson Sirleaf, primera presidenta africana de Liberia, premio Nobel de la Paz por su lucha no violenta en favor del respeto de los derechos de las mujeres en situaciones de conflicto, se lamentó y mostró "profundamente entristecida" por la victoria de Trump.

Otros analistas sostienen que África no está entre las prioridades de la agenda del futuro presidente, a pesar de la presencia numerosa de sus países en la Asamblea General de Naciones Unidas o en la Organización Mundial de Comercio, en las que cada Estado cuenta con un voto, aparte de ser fuentes potenciales de inseguridad internacional y de enfermedades infecciosas con proyección global, como ha sido recientemente el caso del ébola.

El planteamiento de "América primero" de Trump cabría interpretarlo como una alta improbabilidad de ver el desarrollo y la cooperación con África en un sentido positivo. En todo caso, cuesta pensar que un Trump negociante pueda poner de lado las oportunidades empresariales en este continente.

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