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Dezcállar azul

Mosul: el día después

La resaca electoral norteamericana no puede hacernos olvidar que estos días se lucha con denuedo en los polvorientos secarrales que rodean la ciudad de Mosul, el lugar donde Abubaker Al Bagdadi proclamó su califato universal que está reducido hoy a ser el último reducto importante que le queda al Estado Islámico (ISIS) en Iraq.

La ofensiva sobre Mosul, que puede tener éxito inmediato o alargarse durante semanas, plantea muchas cuestiones complicadas. La primera y más acuciante es la tragedia humanitaria que va a desencadenar pues allí viven un millón de habitantes que llevan un par de años sometidos a la tiranía de los fanáticos que les prohibían desde la música a fumar y les castigaban con crueldad, como los cinco crucificados de esta misma semana acusados de dar información al enemigo. Son gentes a las que habrá que alimentar y alojar (pues la lucha casa por casa dejará muy pocas en pie) hasta que un mínimo de normalidad les permita rehacer sus vidas destrozadas. Eso los que sobrevivan, porque se comenta que el ISIS se ha preparado a fondo durante estos meses y ha minado la ciudad mientras utiliza a millares de civiles como escudos humanos para proteger objetivos militares y para dificultar el avance enemigo. El califa, que algunos creen que está escondido en Mosul, anima a sus fieles a plantar una resistencia numantina y a morir defendiendo su negra bandera con la certeza de un paraíso lleno de huríes para quienes lo hagan. Muchos se lo creen.

El problema humanitario se agudiza porque los sunitas son la espina dorsal del ISIS debido a que la mayoría chiíta lleva a cabo desde Bagdad una política muy sectaria y revanchista contra aquellos que mandaban en época de Sadam Hussein. Los habitantes de Mosul también son sunitas, que hasta cierto punto ven a los del ISIS como parientes descarriados pero parientes al fin, y contemplan con aprensión acercarse ahora a los soldados atacantes, muchos de ellos chiítas dirigidos por "asesores" iraníes, que también son chiítas. Otros son peshmergas o milicianos kurdos, que aunque sean sunitas son los vecinos del norte con quienes los habitantes de Mosul tienen una larga historia de enfrentamientos. Los mosulitas temen que cuando sus enemigos tradicionales les liberen del ISIS cometan todo tipo de desmanes contra ellos.

Una cuestión que se reavivará ahora es el futuro de Iraq, un país cada vez más dividido por las etnias y por el petróleo. Las etnias son tres: los chiítas en el sur con capital en Basora; los sunitas en el centro con capital en Bagdad, y los kurdos en el norte con capital en Erbil. Y resulta que el petróleo está en las zonas que dominan los kurdos y los chiítas. Los otomanos gobernaron Iraq con tres gobernadores independientes, uno para los kurdos, otro para los sunitas y otro para los chiítas, y fueron los británicos los que hicieron con todo eso un solo país. Por comodidad y para explotar el petróleo de forma conjunta. Y luego le desgajaron Kuwait (igual que separaron Uruguay de Argentina o crearon un "hogar nacional judío" en Palestina), algo que los iraquíes nunca aceptaron y por eso Sadam Hussein lo invadió en 2001, con menor éxito que luego Putin ha invadido Crimea invocando razones similares. Y otra analogía: la dictadura de Sadam mantuvo a Irak unido con puño de hierro, igual que la de Tito mantuvo unida a Yugoslavia. Ahora no hay puño de hierro y la política sectaria del presidente Abadi en Bagdad anima las secesiones, a comenzar por el Kurdistán iraquí (quince millones de habitantes) que si no declara la independencia no es por falta de ganas o de petróleo (produce 160.000 barriles/día) sino por la pinza que sobre su líder histórico Massud Barzani ejercen Turquía e Irán, que están en desacuerdo en casi todo pero coinciden en no querer un Kurdistán independiente que pudiera convertirse en foco de irredentismo para los otros 45 millones de kurdos que viven repartidos entre Turquía, Siria, Irán, Iraq y Armenia. En realidad nadie allí quiere un Kurdistán independiente, pero el previsible éxito de los peshmergas kurdos en la liberación de Mosul reavivará la pretensión. Y luego está el empeño de Turquía de meter baza como sea en la liberación de Mosul con la excusa de proteger a unos pocos turcomanos que allí viven, cuando lo que de verdad quiere es controlar de cerca a los kurdos de Erbil. Para Ankara, Mosul es un trozo irredento de Turquía que le fue arrebatado por el Reino Unido tras los acuerdos Sykes-Picot. Todo esto irrita mucho al gobierno de Bagdad, que conoce sus verdaderas intenciones. Si Turquía interviene en Siria e Iraq no es solo contra el ISIS sino contra los kurdos y por ambición territorial. Uno de los dramas de Siria y de Iraq es que hay demasiada gente metiendo las narices en sus asuntos y cada uno con su propia agenda.

Finalmente, la caída de Mosul no significará el fin del Estado Islámico y los combatientes que sobrevivan se camuflarán por las zonas desérticas de Siria e Iraq, donde contarán con el apoyo de tribus sunitas y desde donde procurarán lanzar una guerra de guerrillas a la espera del siguiente enfrentamiento por la ciudad de Raqqa, en Siria, que ya está comenzando. Otros escaparán hacia África del norte y el Sahel donde Trump tendrá que eliminarlos en un mes si hace lo que promete. Lo más probable es que nos deje el marrón a los europeos.

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